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La máquina de fabricar dinero


En 1936 la prensa californiana informaba sobre un “misterioso vasco-italiano” de 50 años, de quien la policía sospechaba era un astuto falsificador. Fue detenido en Colusa, un pequeño pueblo al norte de San Francisco, en diciembre de aquel año y, en su automóvil, un sedán registrado a nombre de su esposa, las autoridades encontraron el equipo necesario para realizar las falsificaciones. La “cosa” debía ser importante porque llegaron rápidamente los principales expertos en la materia, tanto de la policía del estado como del FBI (Woodland Daily Democrat, 1936-12-12).

Nuestro hombre, Esteban “Steve” Astigarraga, había nacido en Abadiño, una población del Duranguesado, en Bizkaia, el 3 de agosto de 1886. Llegó a Nueva York a bordo de La Touraine procedente de Le Havre el 1 de noviembre de 1909. Se dirigió a Rock Springs, Wyoming, donde se empleó como pastor. En 1920, cuidaba ovejas en Price, Carbon County, Utah. Para 1930, vivía en Los Ángeles. Tenía su domicilio en el ostatu (pensión) de Domingo Muguira en Aliso Street. Eso sí, seguía trabajando como pastor y en empleos ocasionales. Poco después, se casó con una italiana llamada Lucille, que, según uno de los hermanos del vasco, fue su perdición. A saber.

Cuando el sheriff de Los Ángeles se enteró que el vasco estaba retenido en Colusa pidió a su colega en el lugar, George Houx, que no fuese puesto en libertad hasta que él llegase. Resultó que Astigarraga se dedicaba, además, a la extorsión, principalmente a pastores vascos e inmigrantes “iletrados”: italianos, polacos,... A algunos de sus compatriotas “fellow Basque sheepherders” llegó a amenazarles de muerte. Según parece, había dejado víctimas desde la frontera de México hasta Canadá.

A decir del corresponsal en Colusa del Woodland Daily Democrat, el método del vasco era único: “Según la Policía convencía a sus víctimas que podía hacerles ricos. Les entregaba un billete nuevo y crujiente de cinco dólares, asegurando que cualquier banco lo aceptaría como bueno. Efectivamente, los bancos aceptaban el billete (que era bueno). Luego, les enseñaba la máquina de fabricar billetes(que, según parece, nunca utilizó) y les pedía una cantidad para preparar una gran tirada de billetes que les entregaría. (…) La policía encontró un cuaderno de cincuenta páginas con los nombres y direcciones de sus víctimas” (Woodland Daily Democrat, 1936-12-15).

Mientras tanto, comenzaron a aparecer sus víctimas. En el cuaderno había 350 nombres en su mayoría de pastores vascos que trabajaban sobre todo en el condado de Fresno. Uno de estos fue Pedro Recondo, a quien estafó 5000 dólares (todos sus ahorros depositados en un banco de San Francisco). Sin embargo, Recondo no denunció al pastor falsificador, porque supondría aceptar su parte de culpa. Por su parte los agentes del FBI se retiraron del caso al no encontrar dinero falso en su poder. Al no hablar bien ni inglés, ni español, a la vez que mantenía su inocencia, la policía debió esperar a que llegase un intérprete que conociese la lengua vasca desde Fresno (Woodland Daily Democrat, 1936-12-16). También desde Fresno, llegaron policías, el intérprete vasco (un hotelero) y un pastor polaco que no reconoció al vasco pero si a su máquina.

El FBI envió al vasco a Los Ángeles,(donde además vivía con su esposa Lucille) para ser entregado a la Policía de la ciudad, por ser la primera que le había reclamado).

Falleció en Los Ángeles el 2 de Julio de 1962.

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