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Aquel cuchillo no mató a Kafka


Kafka en 1906


Dejó escrito el gran Borges que "el destino de Kafka fue transmutar las circunstancias y las agonías en fábulas. Redactó sórdidas pesadillas en un estilo límpido. No en vano era lector de las Escrituras y devoto de Flaubert, de Goethe y de Swift. Era judío pero la palabra judío no figura, que yo recuerde, en su obra. Ésta es intemporal y tal vez eterna. (...) Kafka es el gran escritor de nuestro atormentado y extraño siglo".


Trato de recordar cuándo leí por primera vez a Kafka. Sí se cuál fue el primero de sus libros, América, y también cuánto me impresionó. También se cuándo (más o menos) y donde lo leí. Luego, en aligeramiento de estanterías por cambio de domicilio, de Kafka, salvé El Castillo y La Metamorfosis, y no los demás. El Proceso es el título obligatorio en esta aventura, así que lo he adquirido por procedimientos regulares. Para "recuperar" América, he recurrido a una librería de viejo, una de esas que, según mi querida Nuria Amat, “aportan ventajas y felicidades a bibliómanos impenitentes”. ¡He encontrado la edición que leí!: La de Alianza-Emecé, de 1971. Por cierto, quien quiera saber más sobre la obra de este escritor es muy recomendable es muy recomendable el ensayo de Joaquín Unseld, Franz Kafka. Una vida de escritor (Anagrama, 1989).


Pero, en realidad, de lo que se trata ahora es de reseñar El Proceso, al que los clientes de la FNAC y los lectores de Le Monde han colocado en tercer lugar de la clasificación. El Proceso me gustó la primera vez que lo leí, y me entusiasmó la segunda (es decir, ahora): el tema, el tratamiento, las tramas, los personajes. Una obra maestra, esencia de lo kafkiano. “Kafkiano” es para Fréderic Beigbeder “sinónimo de angustia burocrática, de absurdo checo, de expresionismo en blanco y negro (aun cuando la ventaja de la literatura respecto al cine sea negro sobre blanco)”.


Me hizo gracia lo del “absurdo checo”. Algo que yo identificaba con el cine: con el animador Jan Svankmajer o con la Nueva Ola Checoslovaca que mezclaba con maestría sátira con el absurdo dando lugar a situaciones kafkianas. El maestro Milos Forman, el director más conocido de esa escuela, firmó antes de exiliarse Al fuego, bomberos y nos dejó películas maravillosas como Alguien voló sobre el nido del cuco o Amadeus.


Hasta ahora no he dicho nada sobre el proceso. Me maravilla como Kafka desarrolla su historia después de un arranque como este “Alguien debía haber calumniado a Josef K, porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana”. Beigbeder describe a Josef K. como “un soltero y taciturno empleado de banca que nunca le ha pedido nada a nadie” y que es detenido por funcionarios de uniforme: “Se le notifica que será juzgado en breve, ¡Pero él no ha hecho nada! No importa toda la ciudad está al corriente. Lo dejan en libertad vigilada. Se vuelve paranoico”.


La lectura provoca sentimientos de la angustia que produce ese personaje. De la soledad frente a los demás y frente al sistema. Josef K va cometiendo errores uno tras otro. El mayor de todos, la impaciencia. Deambula por el tribunal (el proceso), por las relaciones familiares, su casa o el banco en el que trabaja. Mis personajes favoritos, sin duda (mía), el tio de K, la señorita Montag (amante ocasional de Josef) y, sobre todo, Tintorelli, el dibujante del juzgado.


Sobre lo que quiere decir el autor. No sé. Yo siempre había pensado que era un canto contra el totalitarismo desde un posicionamiento cuasi anarquista (el de Kafka). Beigbeder no es de esta opinión. Es más, la rechaza con rotundidad: “no es un panfleto político sino una parábola metafísica: este proceso es el de todos los humanos, el vuestro, el mío, arrastrados como somos por una sociedad que nos supera”. Dado que han sido los franceses los que han encumbrado la obrea en un tercer puesto, y Beigbeder es, además del exegeta oficial, francés él mismo, aceptaré su opinión (no sin reparos).


¿Qué decir del final? Te pasas toda lectura pensando “A ver si dejan en paz al pobre señor K”. Y, nada, le clavan un cuchillo en el corazón, haciéndolo girar dos veces. No. Aunque cuente el final, no desvelo nada de importancia. Antes o después, a todos nos instruirán un proceso.

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