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Céline, un mal bicho genial

Me había prometido no leer nunca-jamás a Céline (Louis-Ferdinand Céline), el mal bicho genial, a decir de Juan Goytisolo. Su condición de antisemita y colaborador de los ocupantes nazis de su país, pero... nunca se puede decir "de este agua no beberé", sobre todo después de haber pecado antes con Ezra Pound y, parcialmente, con Miquelarena, Sánchez Mazas o Salaverria. Fascistas y antisemitas los cuatro citados. Eso si, me compré un ejemplar de segunda mano -que, en su día perteneció a un tal Angel A. Martínez- porque, de esta forma, no generaba derechos de ningún tipo.

La lectura de su Viaje al fin de la noche resulta una experiencia, ¿hipnótica? Cuando me fue a dar cuenta, ya había leído ochenta y tres páginas. Comparto sin reservas, más que eso, con entusiasmo, la opinión de Beigbeder sobre esta novela: "Algunos libros son inexplicables: parecen salir de ninguna parte y, sin embargo, cuando uno los lee se pregunta cómo el mundo ha podido vivir si ellos". Goytisolo justifica su entusiasmo: "Una creación literaria del alcance de la obra maestra de Céline no se sujeta a corrección alguna: brota como un volcán de luz incendiaria con su acompañamiento de escoria".

El Viaje al fin de la noche acabó con las literaturas acartonadas, convirtiéndose en la novela más revolucionaria del siglo XX, quizá por ello, según Beigbeder, "no obtuvo el Premio Goncourt". Hasta la publicación del Viaje, los escritores se habían ido olvidando de lo que debía ser el estilo literario. Aquí encajan las consideraciones de Juan Benet cuando concluye que "el estilo -cualesquiera que fueran sus tribulaciones y fortunas- muere de viejo, alejado del pueblo, encerrado en su más arruinada mansión y olvidado de sus más allegados". Pues eso, hasta que llegó Céline, el estilo literario había muerto.

El Viaje de Céline tiene momentos y espacios distintos. Su protagonista Ferdinand Bardamu pasa los días de guerra (la Grande Guerre) tratando de evitar el frente. Se había enrolado en un momento de estupidez en el ejército francés y asqueado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, decide evitar el frente haciéndose pasar por loco, no sin presentar toda suerte de personajes pintorescos, y el absurdo y la brutalidad de la guerra. Tras esta y un noviazgo con una americana, Lola, embarca rumbo a una colonia francesa en África (los demás pasajeros del barco quieren lincharle, o casi). Su descripción del sistema colonial francés es hilarante y sumamente crítico: dice, más o menos, que las colonias francesas son el paraíso de los pederastas y que todo se funda en la explotación del negro.

En un momento dado, Bardanú se adentra en la selva, se encuentra con un asturiano africanofobo. No es contradictorio. He conocido (y conozco) a judíos antisemitas, a vascos vascófobos, a asturianos asturianofobos,... Pero nuestro hombre era una colono africanófobo en África, lo que tiene bemoles. Una de las manifestaciones de su fobia tenía que ver con la forma de limpiarse el culo tras cagar. Se negaba a utilizar la hoja de plátano que era lo que hacían tanto los indígenas como los demás colonos. Pero, eso sí: limpiarse, se limpiaba. Para ello, utilizaba papel de periódico - no de cualquier periódico: del "Boletín de Asturias", cuya colección formaba una especie de alta torre en un rincón de la choza- cortado en perfectos y homogéneos cuadrados. Quien no me crea puede repasar la edición de Edhasa del "Viaje al fin de la noche" (la obra cumbre del réprobo francés) y, concretamente, echar un vistazo a la página 186.

Unas fiebres acaban con esa aventura y llega en un estado cercano a la esclavitud a Estados Unidos. Escapa en Nueva York, donde vive por un tiempo y se reencuentra con Lola, a quien extorsiona. Vuelve a viajar, esta vez a Detroit, donde traba amistad con una prostituta norteamericana, pero vuelve a París y ejerce la medicina a pesar del asco que le da su clientela.

"A lo lejos pitó el remolcador; se llamada pasó el puente, un arco, otro, la esclusa, otro puente, lejos, más lejos... Llamaba hacia sí a todas las gabarras del río, y a nosotros, todo se llevaba, el Sena también, todo, y que no se hablara más de nada". FIN.

(Acabo de escribir esta entrada escuchando Summer Cannibals ("Veranos Canóbales"), de mi admirada Patti Smith,

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