Unamuno, sobre todo
En mi peregrinar para recuperar mi juventud a través de la lectura se me estaba quedando cara de croissant (al que, cuando era pequeño, y los mayores en la Argentina, llamaba media luna). Estoy siguiendo la lista-inventario elaborada a partir de una encuesta realizada entre los lectores de Le Monde y los clientes de la FNAC. Excesivamente francocéntrica (pero, muy buena y útil). Así que he decidido intercalar otras "listas". De momento, para la literatura española de la primera mitad del siglo XX, estoy siguiendo el manual de Ángel de Rio publicado en Nueva York (Historia de la Literatura Española). Por dos razones: porque un un manual que utilicé en mis días de Universidad (en el que había referencias obviadas por la academia oficial de la época. De Río, un profesor exiliado, que enseñó en la Columbia University donde coincidió con otro exiliado, Jon Bilbao, de quien hablaré más adelante.
El siglo XX literario lo inician en este caso los integrantes de la "generación del 98" (1898). Atendiendo, a la cronología propuesta por Guillermo Diaz-Plaja, en este caso, la primera promoción estaría formada por Ángel Ganivet y Miguel de Unamuno. Sin embargo, la obra de Ganivet corresponde al siglo XIX, así que comienzo con Unamuno con cierto miedo y mucho respeto.
De Río advierte que "todo intento de definir a Unamuno es, sino enteramente inútil, arriesgado. Por voluntad y circunstancias históricas su mundo es el de la paradoja. (...) En Unamuno la tendencia a la paradoja, se refuerza por un temperamento extremoso". Para Azorín, en Unamuno, se adivinan las influencias de Ibsen, Tolstoi y Amiel, en lo literario, y de Pascal, Kierkegard y Senancour, en lo filosófico.
Mi primer contacto con Unamuno fue a través de la Tia Tula, la película de Miguel Picazo. La cinta está clasificada como 4-R (pecado mortal) según la clasificación que se colocaba en el pórtico de las iglesias. Desde luego, solo los mayores de 21 años podían acceder a la sala. Cuando la estrenaron en Avilés, donde pasé mi infancia y adolescencia, yo tenía 12 o 13 años, edad en la que comenzabas a despertar "al mundo". Una película "peor" que Gilda, merecía la pena el esfuerzo de intentar verla. O, dicho de otra forma, había que colarse de alguna forma. No cuento algunos de los sistemas de "penetración", porque ... hoy, me parecen tontos hasta a mí. Recomiendo vivamente la lectura de Celtiberia Show, de Luis Carandell, y El Florido Pensil, de Andrés Sopeña, para entender algo de aquellos primeros años 1960 en "placentera" dictadura.
El caso es que entré (entramos) subrepticiamente. Estábamos convencidos que lo menos con lo que íbamos a encontrarnos con una orgía, o algo así. Pero , ¡qué va! Resultó un "peñazo" sin ningún ingrediente que la hiciese atractiva a un adolescente. Y quizá eso me retrajo hacia la obra de don Miguel, aunque luego tuve que leer algo suyo (no en la carrera: los del Opus Dei no eran singularmente unamunianos). El director de la productora Procusa (Productores Cinematográficos Unidos S.A.), vinculada al Opus, envió la siguiente comunicación a Picazo: “No sólo no financiaremos esta película, sino que haremos todo lo posible para que no se ruede”.
Mi querido maestro Jon Bilbao fue un apasionado seguidor de Unamuno. Le impresionaba su presencia. Alguna vez se encontró con don Miguel en la biblioteca del Ateneo de Madrid en sus tiempos de estudiante. Cuando murió, se encontraba convaleciente de una herida recibida en el frente. Escribió en su diario:
1 de enero de 1937
Ayer pasó a vivir en la muerte Unamuno, Miguel de Unamuno. Repentinamente, mientras hablaba con un amigo, agachó la cabeza, acaso por la presencia de esta cruenta lucha, y su cuerpo ya no se movió. ¡Duerme en paz!
Muerte…” Eres sueño de un dios” dijo de ti quien hoy está contigo. “La muerte dormirá” sueño…No! Vivir, vivir muerto, vivir verdad para ti Unamuno acaso dormir, soñar. Para mí vivir, empezar a vivir. Tu obra influirá ahora, vivirá ahora.
“Cuando yo ya no sea
serás tú canto mío!”
¿Nos dejas envueltos en el fragor de una cruenta lucha, o no la has podido resistir y te has ido? 72 años pesaban sobre ti o no has podido resistir la ambición, la vanidad…? Cuando el dolor es grande por tu partida. Pero en nosotros, perdurarás. Serán tus cantos, no hijos tuyos, si trozos de tu carne.
Jon Bilbao, Diarios, vol 1, p. 336
Debía eligir una obra de Unamuno para leer en mi maratón rejuvenecedor. Creo que lo tuve claro desde el primer momento: La vida de Don Quijote y Sancho (1905), al que Américo Castro llamó "libro bello y sugeridor como pocos".
La vida de Don Quijote y Sancho es, sobre todo, la glosa y comentario personal de Unamuno de la obra de Cervantes o más bien interpretación de sus dos personajes inmortales. En el texto, por ejemplo, se multiplican sus referencias ignacianas (a San Ignacio de Loyola) y, por supuesto, resalta incompatibilidad entre la fe y la razón.
"¿Y qué nos ha dejado Don Quijote? diréis, y os diré que se ha dejado a sí mismo, y que un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las teorías y todas las filosofías. Otros pueblos nos han dejado instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale por cualquier instituto" ("Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos").
Cuando uno termina de leer el libro, confirma la apreciación de Ángel de Río. Miguel de Unamuno supera a todos los de su generación "en la variedad de su cultura, antigua, moderna, filológica, literaria y filosófica". Pero, además, anima a seguir leyendo a Unamuno y, por supuesto El Quijote (con el imprescindible complemento de Nabokov). Unamuno y Nabokov, ¡vaya dos! Pero, estamos con Unamuno. Aquí (y así) concluye don Miguel:
"...creo que se puede iniciar la santa cruzada de ir a rescatar el sepulcro de don Quijote del poder de los bachilleres, curas, barberos, duques y canónigos que lo tienen ocupado. Creo que se puede intentetar la santa cruza de ir a rescatar el sepulcro del Caballero de la Locura de la locura del poder de los hidalgos de la razón".