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Beckett, la eterna espera


Asistí a una representación de Esperando a Godot a principios de la década de los 1970. La obra me gustó porque rompía con el teatro al que estaba acostumbrado (y no es que lo estuviese especialmente más allá del Estudio 1 y los grupos de aficionados que venía a Avilés. Es cierto que no todo el mundo opina lo mismo. Por ejemplo, Jorge Luis Borgen, en una entrevista que concedió a Richard Haerney. se mostró rotundo: "Samuel Beckett es muy aburrido. Vi su obra Esperando a Godot y eso me bastó. Me pareció que era una obra muy pobre. ¿Para que tomarse la molestia de esperar a Godor si él nunca llega? Que cosa tan tediosa. Después de eso, ya no tuve deseo de leer sus novelas". Es cierto que estamos ante "un drama en el que nada ocurre" , pero creo que ahí reside su fuerza. Además, yo no soy argentino.


Vivian Mercier resalta que Beckett "había llegado a la imposibilidad teórica: un drama en el que nada ocurre, que sin embargo mantienen al espectador pegado a la silla. Lo que es más, dado que el segundo acto no es más que un remedo del primero, Beckett ha escrito un drama en el que, por dos veces, nada ocurre".


Como ha quedado dicho, la obra (escrita en francés) se divuide en dos actos, y en ambos aparecen dos vagabundos llamados Vladimir y Estragón que esperan en vano junto a camino a un tal Godot con quien, según parece, tienen una cita. El espectador nunca llega a saber quien es Godot, o que tipo de asunto han de tratar con él. En cada acto aparecen el cruel Pozz y el esclavo Lucky (en inglés, "afortunado"), seguidos de un muchacho que hace llegar el mensaje a Vladimir y Estragón de que Godot no vendrá hoy. "mañana, seguro que sí".

El bueno de Beigbeder concluye que de lo que se trata, pues, es "amueblar la espera con un poco de conversación; a ratos Esperando a Godot recuerda esas salas de espera de consultorio de dentista en el que los pacientes se sientes obligados a hablar entre ellos para olvidar que están a punto de ser torturados; en otros momentos, hace pensar en un ascensos averiado en un edificio del barrio parisino de la Defense" (en la Defense se encuentra los edificios más altos de Paris).


Samuel Beckett


A contrario de lo que le ocurrió a mi admirado Borges, yo sí seguí leyendo a Becket. En mis tiempos de Universidad leí Molloy, Malone Muere y El Innombrable. Más tarde, hice lo propio con Mercier y Camier. Mientras escribo esto, me doy cuenta que gran parta de la obra de Beckett la escribió en francés a pesar de su condición de sublime irlandés (como lo llama Frédéric Beigbeder).


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