Machado, la emoción de un poema
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se quiere aprender.
Poco tiempo antes de enfermar, mi madre se fue a pasar una semana a Gerona con unas amigas en un viaje del Imserso. Decidieron hacer una excursión a Collioure, a visitar la tumba de Antonio Machado. Pensaba que iba a encontrarse con un gran panteón, y se encontró con una modesta timbra cubierta de flores: "Que siempre están frescas". Machado había muerto exiliado en Collioure el 22 de febrero de 1939. En el bolsillo de su abrigo, su último verso:
Estos días azules y este sol de la infancia.
"¿Es Antonio Machado el mejor poeta español de nuestro tiempo?. Apenas tendría decirlo: la literatura no tiene escalafones, aunque ciertamente tienen escalafones, aunque ciertamente tienen jerarquías. Antonio Machado es otra cosa: un poeta irrenunciable. Todavía podríamos decir algo más: es el poeta español más importante. ¿Cómo? -se dirán- ¿No equivale ésto a decir que es el mejor, a ponerlo en primer lugar?. No: importante quiere decir que importa" (Julián Marías).
Como recuerda Ángel del Río, la obra poética no es muy extensa. Es un caso de extraordinaria concentración espiritual en pocos temas esenciales: los recuerdos y sueños de su juventud; la emoción de los paisajes y campos por los que pasa su sobra de poeta ensimismado -paisajes de Castilla y de su Andalucía nativa-; el amor puro por su esposa Leonor, de cuya compañía gozó solo cinco años y cuyo recuerdo le acompañó siempre; el fluir de las cosas y la vida en lo momentáneo y circunstancial; y, sobre todo, los temas eternos: el tiempo, la muerte, la busca de Dios.
Abro paréntesis: sorprende la falta de referencias a Machado en la obra de gentes como Borges o Cortázar. No se... Cierro paréntesis.
Muchos de mi generación nos dimos de bruces con la poesía de Machado gracias a la música. O, mejor dicho, gracias a los músicos: Joan Manuel Serrat o Paco Ibañez. Hasta entonces, nos concentrábamos en aprender a Manuel Machado, su hermano, declarado franquista.
Aquello ayudó a leer. Primero una colección de Poesías editada por la imprescindible Editorial Losada, de Buenos Aires. ¿Qué habría sido sin Losada? Nuevo paréntesis: visité la librería que Losada tiene en Corrientes (la calle de las librerías porteñas) no se, con la esprenza de encontrar "algo", pero... Vuelvo a cerrar el paréntesis. Luego, ya Campos de Castilla y Poesías competas. Para la ocasión, he releído Campos de Castilla que sigue emocionándome como la primera vez:
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado cien mares,
y atracado en cien riberas.
Todos los poemas (me) dicen algo. Muchos (casi todos) me parecen insuperables. ¿A quién se le ocurre dedicar un poema a la mosca vulgar:
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
En los tiempos que corren, los versos profundos de Machado producen melancolía. Los nuevos bárbaros son incapaces de ver la profundidad del alma machadiana. ¿Para qué? Las derechas extremas acaban de arrancar una lápida en la Almudena con unos versos de Miguel Hernández.
(Madrid)
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con el plomo en las entrañas.
LIII
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Mejor está en Collioure.