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Una rosa para Eco


Abadía de Melk en 1672,. Lugar desde donde Adso, ya anciano, redacta el manuscrito.

En la última etapa en que hacía trabajos de negro para algunos doctorandos cayó en mis manos una obrita de Umberto Eco que, luego, he utilizado para menesteres varios: Cómo se hace una tesis. El libro pretendía ser una guía para los estudiantes de las masificadas universidades italianas, pero resultó ser de utilidad universal. Los consejos del maestro Eco están llenos de humor y de sentido común.


Luego (o entonces), no recuerdo, leí Obra Abierta que quebró mi percepción de lo que era la Estética, influido quizá por aquellas clases que nos daba Esperanza D'Ors en la Universidad de Navarra (en la que su padre era catedrático de Derecho Romano). Luego, me reencontré con Esperanza en forma de esculturas frente al Teatro Campoamor de Oviedo, o colgada de un puente en Elgoibar: .


Caricatura de Ángel Boligan


Pero, ahora tratamos de reseñar aquí El nombre de la rosa, la obra más conocida de Umberto Eco (1932-2016) que ocupa el número 14 del ranking establecido por los lectores de Le Monde y los clientes de la FNAC. A pesar de ello, a Fédéric Beigbeder, le parece que la obra está "obscenamente sobrevalorada". Solo reconoce que es una novela "hábilmente elaborada".


Tenía dos ediciones de El nombre de la rosa: una acabó en el contenedor. Ya nadie quiere libros (ni regalados). Me quedé con la edición que incluye las apostillas y, además, la traducción de los numerosos párrafos latinos repartidos que, entre otras cosas, muestra la apabullante cultura de Eco. Como agudamente advierten Howard Mittelmark y Sandra Newman, "cuantos mejores libros leas, mejor escritor serás" (Cómo no escribir una novela). Es cierto que Eco cita libros ficticios para apoyar su historia. Este es el caso del volumen titulado Del uso de los espejos en el juego del ajedrez, de Milo de Temesvar," traducción del original en lengua georgiana". Es cierto que son numerosos los autores que hacen estas cosas: Desde Borges (Historia de un país llamado Uqbar) a Lovecraft (El Necronomicón).


El nombre de la rosa está ambientada en el turbulento ambiento religioso del siglo XIV y narra la investigación que realizan fray Guillermo de Basqueville y su pupilo Adso de Melk alrededor de una misteriosa serie de crímenes que suceden en una abadía en el norte de Italia.



Sea como fuere, da la impresión que Umberto Eco disfrutó escribiendo El nombre de la rosa. Confirma así la tesis de Patricia Highsmith: "Si era capaz de divertirte durante todo el tiempo que te lleve escribir el libro más adelante también divertirás a los editores ya los lectores".


Reconozco que yo sí he disfrutado leyendo la novela de Eco. ¡Qué le voy a hacer! A Beigbeder lo que le gustó fue la "excelente adaptación cinematográfica". A mi, la película no tanto,



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