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Apollinaire al cubo

Apollinaire y sus amigos (1909), de Marie Laurencin


"Definitivamente estás casando de este mundo antiguo"


Nabokov mantiene que, cuando de verdad se disfruta de un libro, es en la segunda lectura: "Aunque parezca extraño, los libros no se deben leer: se deben releer: Un buen lector, un lector de primera, un lector activo y creador, es un "relector". Y os diré por qué. Cuando leemos un libro, por primera vez, la operación de mover laboriosamente los ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página tras página, actividad que supone un complicado trabajo con el libro, el proceso mismo de averiguar en el espacio y en el tiempo de qué se trata, todo esto se interpone entre nosotros y la apreciación artística". Me di cuenta de lo que quería decir el bueno de don Vladimir cuando releí los Alcoholes de Guillame Apollinaire. ¡Disfrutar fue lo menos que sentí!


"La flores a mis ojos se transforman en llamas".


Confieso que hasta que comencé mi plan de rejuvenecimiento no había leído a Apollinaire, quizá un par de poemas incluidos en esta o aquella antología. Eso sí, lo vinculaba a algunas de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX: futurismo, cubismo, surrealismo. Participó en todas ellas. Y, por supuesto, había analizado su relación con Picasso en los día en que preparaba un documental sobre el Paris de Pablo Picasso.


Apollinaire, según Matisse



"Por debajo del puente Mirabeau flye el Sena

Y nuestro amor

Acaso él debe recordármelo

La dicha sucedía siempre a la tristeza".


Su biografía es como un árbol que, siendo uno, da frutos diferentes: desde peras a ciruelas, manzanas o cerezas. Descubrí, eso sí, ahora, que esta gloria de las letras francesas nació en Roma de madre polaca y padre italiano. Su nombre completo fue Wilhem Albert Wladimir Alexandre Apollinary de Kostrowitzky. Por cierto, el padre nunca reconoció a sus dos hijos y los abandonó muy pronto. La madre que era hija de un empleado del Vaticano tuvo que sacarlos adelante. Los primeros años de su vida los pasaron entre Mónaco y Niza. Por fin, en los albores del siglo XX se instaló en Paris, deca del puente de Mirabeau. La ciudad fue el principio y el fin de todas las cosas y que retrata en sus Alcoholes.



"Que lenta es la vida

y que violenta siempre renace la Esperanza".


Esta claro que esta vez sí: a Frédéreic Beigbeder le gusta el libro de Apollinaire: "uno de los poemarios más hermosos escritos en francés en todos los siglos". En este libro hay de todo: amor imposible, muerte ineluctable, ebriedad indispensable, innovaciones formales (ninguna puntuación, versos aislados, rimas aleatorias, algunas libertades en la métrica (francesa, claro....). Además, frases inmortales que, a decir, de Beigbeder "todo el mundo se sabe de memoria sin saber que le pertenecen": "Mi vaso ya ha estallado como una brusca risa", "Mi vida, por tus ojos despacio se envenena".


Apollinaire herido, según Picasso


"Tan sólo está muerto lo que todavía no existe

junto al pasado reluciente el mañana es incoloro".


Cuando estalló la Gran Guerra, en 1914, se alistó el Ejército francés. En 1916, resultó herido en la cabeza, regresando a Paris. Falleció dos años después a causa de la gripe española y no como consecuencia de las heridas con increíblemente se afirma en la contra portada de la edición de Hiperion.



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