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Cuando Tintín explica a Malraux

En el número 18 del inventario de los cien mejores libros del siglo XX según los lectores de Le Monde y clientes de la FNAC se encuentra un comic: El Loto Azul, de Hergè que cuenta una de las aventuras de Tintín y que coincide en el tiempo (y casi en el tema) con La condición humana de André Malraux, que ya he comentado


Hergé


Titin es un intrépido reportero de edad indefinible que recorre el mundo acompañado de su perrito Milú. "Actores secundarios" son el Capitán Haddock, el Profesor Tornasol, los detectives Hernández y Fernández o la prima dona Bianca Castafiore, "personajes tan divertidos como recurrentes" a decir de Beigbeder. El creador de Titín es Hergè que, en realidad, se llamaba George Rémi (Rémi George= ergé). Hombre en algún momento de ideas derechistas (pre fascistas), racista (véase Tintín en el Congo) y colaboracionista con los pocupantes alemanes. "Eso, sin embargo, -asegura el autor citado- no quita que Hergè siga siendo el inventor del comic europeo gracias a su línea clara, su sentido de la intriga con suspense a pie de página".


En El Loto Azul, Tintín viajará esta vez a la milenaria China. En Shangai descubre el origen de un poderoso veneno que hace enloquecer. Se enfrenta con una terrible banda de traficantes de opio y con unos agentes japoneses que hasta el final del libro mantienen el suspense del lector.


Al finalizar Los cigarros del faraón, Hergé había anunciado en Le Petit Vingtième que Tintín iba a proseguir su viaje hacia Extremo Oriente. Entonces recibió una carta del Padre jesuita Gosset, capellán de los estudiantes chinos en la Universidad de Lovaina, que le aconsejó documentarse bien sobre China y su cultura y le presentó a Tchang Tchong-Jen, joven chino estudiante de arte en la Academia de Bellas Artes de Lovaina. Enseguida simpatizaron y se hicieron grandes amigos. (Podemos reconocerlo en el personaje Tchang, el chico chino amigo de Tintín).


A través largas conversaciones con Tchang, Hergé pudo adentrarse en el conocimiento de la cultura de China, alejándose de los tópicos sobre los chinos que tenían los europeos, absolutamente alejados de la realidad. La amistad con Tchang duraría toda la vida, tanto en la ficción como en la realidad. Este es el primer álbum que Hergé asumiría plenamente, y a partir de aquí se documentó siempre en profundidad sobre los países a donde tenía que viajar Tintín.


El Loto Azul, y otros álbumes se transformaron en las elaboradas reconstrucciones de otras culturas y lugares que muchos adoramos. Hergé nunca abandonó el estereotipo (el pérfido oriental de dientes de conejo, el sibilino judío, el dictador latino corrupto y sudoroso) pero exhibiéndolo con una sabia ironía, con distancia.


Hergé quedó tan satisfecho con el resultado final de El loto azul, que cuando en 1946 se izo la primera edición a color solamente redibujó las cuatro primeras páginas, el resto lo dejo prácticamente igual. Aunque cuando lo adaptaron al formato de 62 páginas se suprimieron algunas viñetas, se dibujaron otras de nuevas (algunas de media página) ofreciendo un resultado final muy interesante tanto en narración como en detalles.


Por mi parte, he reconocer de nuevo que, en muchos aspectos, El Loto Azul explica mejor la situación de China a comienzos de la década de los 1930 que La Condición Humana de Malraux. Yo la he entendido mejor.

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