Groucho y yo
El Camarote (Una noche el la Ópera)
Como el resto de los mortales de cierta edad conocí a Groucho, y al resto de los hermanos Marx, en algunas de sus películas que se proyectaban en aquellas ruidosas y malolientes salas de sesión continua. Esto último, claro, merece una explicación. En la década de los 1950, los 1960 y, en algunos casos, hasta bien entrada la de los 1970, había dos tipos de sala: las de estreno y las de sesión continua. Durante un tiempo funcionaron las salas de arte y ensayo. Por motivos diferentes, recuerdo dos cines de sesión continua: el Marta y María de mi Avilés natal, y en Cine Carretas de Madrid, en mis días de estudiante. Generalmente ponían dos películas y, durante la proyección las mismas, había era un constante ir y venir de gentes sobre todo a aquellos retretes que expandía su tufo más allá de las estrellas. Sin olvidarnos de las imprescindibles escupideras.
En el Marta y María había una sesión infantil (una vez a la semana) que duraba unas cuatro horas. Entonces, el cine se convertía en una especie de guardería-capsula-a presión,... Iban familias completas: madre e hijos (rara vez los padres). En ocasiones, la prole (numerosa casi siempre) estaba "cuidada" por una criada que se las veía y las deseaba para mantener el rebaño junto.
Al cine Carretas fui en dos ocasiones a ver determinadas películas "de culto". La primera vez fui con dos actores amigos con los que vivía, Juan Menendez y Angel Quesada - no recuerdo si vino alguien más- y ocupamos un buen lugar lejos de las puertas de los servicios (que mostraban un ajetreo inesperado). En un momento sentí necesidades de ir yo a aquel servicio. Mis amigos me hicieron una extraña pregunta: "¿Estás seguro?" ¿Como no iba a estar seguro? Cuando me levanté, hicieron lo mismo varios espectadores ...hasta que me di cuenta de lo que ocurría. Alguien dejó escrito que el Cine Carretas era "un espacio seguro para los homosexuales de la dictadura". Al volver a mi asiento, mis amigos no ocultaban su alborozo... Por suerte, los homosexuales se han ganado su derecho a un espacio seguro sea mucho más que un urinario de cine de sesión continua. Y, así, ellos son más libres haciéndonos a los demás más libres.
Groucho Marx y Margaret Dumont
Creo que he visto todas las películas de los hermanos Marx. Una noche en la ópera (1935) es mi favorita. De ella, sin duda, destaca el personaje de Driftwood que tanto recuerda al bueno de Groucho: "Porque me recuerda a usted. Sus ojos. Sus labios. Todo cuanto hay en usted, me recuerda a usted excepto a usted. Creo que está bien claro. ¿Qué me ahorquen si lo entiendo?" En realidad, esto se lo decía Driftwood a la señora Claypool (Margaret Dumont), pero no importa. Se entiende lo que quiero decir, ¿no?
Tendría unos diez años cuando descubrí que, a Groucho, además de verle (y de escucharle), podía leerse. En la Biblioteca Bances Candamo de Avilés tenían Groucho y yo (aparecido en estados Unidos en 1959) . El ejemplar estaba "descuajeringado" por el mal encolado al encuadernarse. Estaba editado por Plaza & Janés (poco después me hice con mi propio ejemplar) con traducción de Alfredo Crespo. Nunca se me ha olvidado aquello de "aunque es del dominio público, creo que puedo anunciar que nací a muy temprana edad. Antes de tener tiempo para lamentarlo, había alcanzado los cuatro años y medio". La descripción me recordaba la historia de Gila que escuchaba en los discos que ponía mi tío Boni en el picú: "Yo tenía que nacer en invierno pero no me habían comprado el abrigo, así que dije 'me espero y nazco en verano con el calorcito'. Y me esperé seis meses y nací sorpresivamente. En mi casa ya ni me esperaban, y mi madre había salido a pedir perejil a una vecina...Así que nací solo y bajé a decírselo a la portera, y dije .'Señora Julia soy niño'. Y dijo la portera. 'Bueno y qué'. Y Dije: 'Pues que he nacido, no está mi madre en casa y a ver quién me da de mamar'. Y me dio de mamar la portera".
Fiorello y Driftwood: La parte contratante de la primera parte
La primera vez que leí Groucho y yo me quedé en la primera parte. No me interesaban las intimidades de Hollywood. Quizá por ello me perdí la lectura de lacarta que Groucho envió a los Warner Brothers cuando estos últimos trataron de impedir que que los hermanos Marx utilizasen "Casablanca" (Una noche en Casablanca). Completado el texto en algún momento, sellé un contrato eterno con Groucho y su literatura. Claro que "si se demostrase que cualquiera de las partes firmantes de este contrato no se halla en el uso de sus facultades mentales quedará automáticamente anulado en todas las cláusulas".
Groucho escribía muy bien. Tanto que algunos llegaron a sugerir que se había valido de un "negro". La tal sugerencia fue desmontada con precisión milimétrica por Robert S. Bader en la introducción de ¡Sálvese quien pueda! y otras historias inauditas (Plot Ediciones: 2005). ¿Cómo pudo llegar a convertirse en escritor?. Él mismo lo cuenta en otra introducción, la de Camas (1930), su primer libro:
"Siempre he lamentado que mi educación terminase en la quinta elemental. resulta endiabladamente difícil introducirse en el gran mundo y crearse una imagen de sofisticación. La anfitriona podría soprenderme con teorías sobre Schopenhauer o Kafka. ¿Y que aportaría yo a cambio? La tabla de multiplicar hasta el siete.
En defensa propia, me convertí en un lector voraz. Acompañaba a mis amigos con un libro en la mano y, si la conversación se ponía intelectual, enterraba la nariz en las páginas y subrayaba cada frase con un gruñido de impaciencia.Pronto adquirí fama de empollón. Y eso que nunca he tenido plumas. Y siempre he detestado el pollo".
Groucho y yo es un singular libro de memorias (que se complementa con las Memorias de un amante sarnoso, escritas estas últimas "durante las largas horas de espera en que mi mujer se vestía para salir. Y si nunca se hubiera vestido, nunca lo habría escrito"). Tiene una característica singular: cada vez que lo lees descubres algo nuevo.