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Valle Inclán, bohemia y esperpento


Uno de los personajes más "redondos" de las letras castellanas es el gallego de Arousa (o de la Pobla do Caramiñal, que la cosa no está clara) Ramón María del valle Inclán que, en realidad, se llamaba Ramón María del Valle Peña. Ángel del Río lo "clasifica" como "artista de perfil originalísimo, aún entre un grupo de escritores originales y raros: todos biógrafos y comentadores de Valle Inclán dan como rasgo distintivo de su personalidad el haber vivido literariamente, fiel a una imagen que se forja y que encarna en algunos de sus personajes, especialmente en el marqués de Bradomín".


Valle Inclán escribió novela, teatro y verso, sin que tampoco en su obra podamos trazar con precisión la línea divisoria entre los géneros, menos, acaso, que en ningún otro, porque lo típico valleinclanesco es que la narración y diálogo, poesía y realidad aparezcan superpuestos y casi toda su literatura tenga una cualidad teatral.


Valle Inclán en el Ateneo


En 1931, tras proclamarse la República, Valle Inclán fue elegido presidente del Ateneo de Madrid. Poco después, llegaba a la Corte para cursar sus estudios universitarios mi maestro Jon Bilbao. Por recomendación de un grupo de estudiantes canarios que vivían en su misma pensión, se hizo socio del Ateneo, institución que acabó convirtiéndose en su segundo hogar. Pero, fue algo más. En su biblioteca, coincidió (lo vió) con Unamuno. Además, acompañando a sus amigos canarios, asistía de vez en cuando a la tertulia de Valle Inclán que, a veces, le aburrían (aunque Jon quería vivir -y vivió- la bohemia. Luego, en su primer exilio, conoció a Juan Ramón Jiménez -que le impresionó enormemente- o a Américo Castro.

Señala Ángel del Río que "desde 1919 con la poesía de La pipa de Kif el arte valleinclanesco da un viraje en redondo y crea el estilo satírico y grotesco de los Esperpentos: Luces de bohemia, Los cuernos de Don Friolera, etc. Si antes estilizaba lo bello y poético en un lenguaje rítmico, ahora estiliza lo bajo y lo feo. Al impresionismo musical, substituye el expresionismo gesticulante, visual y caricaturesco, en un lenguaje disonante, cortado y de acuerdo con la estética de 'heroe reflejado en un espejo cóncavo según explica un personaje, Don latino, en Luces de Bohemia".


Grupo Cátaro de Avilés: de izda. a dcha.: Milagros Azcárate, Juan Menéndez (+), Manolo Martín (+) y César Sánchez.

Hablemos de Luces de Boemia, "esperpento trágico de la vida literaria en una sociedad irrespirable". Como nos recuerda su autor, la acción se desarrolla "en un Madrid absurdo, brillante y hambriento". La obra fue publicada en una primera versión por entregas semanales entre el 31 de julio y el 23 de octubre de 1920 en el semanario España, en 1924 se editó en la Imprenta Cervantina la versión definitiva, revisada y reeditada con tres escenas más.​ No se estrenó en España hasta 1970.


"Hora crepuscular. Un guardillón con ventano angosto, lleno de sol. retratos, grabados, autógrafos repartidos por las paredes, sujetos con chinches de dibujante. Conversación lánguida de un hombre ciego y una mujer pelirrubia, triste y fatigada. El hombre ciego es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales, MÁXIMO ESTRELLA. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen en la vecindad MADAMA COLLET".


Así comienza Luces de bohemia, describiendo el escenario en el que arranca el esperpento. La obra narra las últimas horas de la vida de Max Estrella, un «hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales» ya anciano, miserable y ciego que gozó en algún momento de cierto reconocimiento. En su peregrinaje por un Madrid oscuro, turbio, marginal y sórdido, le acompaña don Latino de Hispalis y le dan la réplica algunos otros personajes de la bohemia madrileña de la época. En sus diálogos se vierten de forma magistral críticas a la cultura oficialista y a la situación social y política de una España condenada a no reconocer a sus próceres. Tras múltiples vicisitudes, la obra acaba con la muerte de Max Estrella y se prolonga con su velatorio. El drama se cierra con un borracho que grita: "¡Cráneo privilegiado!", expresión que se repite a lo largo de la historia y que resume el enfoque esperpéntico de la misma. A partir de la figura de Max Estrella trasciende la anécdota del fracaso y la muerte de un escritor venido a menos. Como ha quedado dicho, la obra se convierte en una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en un país deforme, injusto y opresivo, como es la España del 1920, degradada, desconsiderada con el pueblo llano y llena de corrupción.



Luces de bohemia y otros esperpentos valleinclanescos fueron estrenados por grupos independientes en los primeros 1970 tras superar la censura franquista. Nunca agradeceremos bastante a aquellos grupos -como mi recordado Cátaro- lo que hicieron por acercarnos, en este caso, la obra de Valle Inclán.




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