top of page

Guillermo, las desgracias nunca vienen solas


Guillermo y los Proscritos

En 1966 tenía once años (para doce) y al único inglés que conocía se llamaba Guillermo Brown. Bueno, no solo a Guillermo. También a sus amigos, "Los Proscritos" (The Outlaws): Enrique, Pelirrojo, Douglas y, por supuesto, Jumble, un perro "de raza revuelta". De vez en cuando, aparecía en escena la "encantadora" Juanita cuya sola presencia dejaba mudos a los Proscritos. No debo olvidarme de un medio británico, don Enrique Woolff, catedrático del Instituto Carreño Miranda de Avilés, mi primer profesor de inglés y el mejor que he tenido en esta disciplina a lo largo de mi vida.



Debo cuidar mis modales. Antes de nada, debo presentar a Guillermo Brown a quien seguramente muchos de ustedes no conocen. Pues Guillermo es el personaje creado por la escritora inglesa Richmal Cropton y que vio la luz por primera vez en 1919. Publicó 38 volúmenes y, solo en el Reino Unido se habían vendido 12 millones de ejemplares. Guillermo era sobre todo un niño travieso, de imaginación desbordante y un toque anarquista que lo hace más atractivo.


Cada volumen recogía varias historias (entre diez y doce). Ninguna de ellas tenía desperdicio. Recuerdo una en la que Guillermo y sus amigos deciden dar una lección a un profesor que dirigía una excavación en un lugar donde se suponía había estado una villa romana. Los Proscritos consideraban que los romanos no debía ser gran cosa cuando se pasaban la vida rompiendo cacharros que, luego, enterraban. Y, ¿qué decir de su idioma, el latín?



Los primeros libros de Guillermo que tuve había sido de mi madre. Los siguientes lo adquiría en la Librería La Esperanza de Avilés (seguramente, los de mi madre tenían el mismo origen). Su dueño Víctor Núñez había sido íntimo amigo de mi abuelo. Yo, en realidad, no necesitaba dinero, bastaba la frase mágica: "Ya pasará mi madre" (a pagar, claro: mi padre estaba en la mar)


La creadora de Guillermo fue Richmal Cropton (1890-1969) que, además de libros infantiles, escribió relatos de terror. Era hija de un clérigo anglicano. Gracias una beca cursó estudios clásicos (latín y griego). Durante un tiempo se dedicó a la enseñanza en Bromley hasta que enfermó de polio (lo que le produjo cojera).

Pero, estábamos en 1966. Aquel verano yo me fui de intercambio a Beckenham, Kent, una ciudad dormitorio en el sur de Londres. Allí viví con una familia: un matrimonio jóvenes con tres hijos: dos niñas y un niño. Aquel año, por cierto, Inglaterra ganó por última vez la Copa del Mundo de Fútbol, y perdió, por primera vez, la de cricket. Aquella Inglaterra que conocí todavía vivía los efluvios imperiales. Entender la moneda tenía su intríngulis: una libra se dividía en 20 chelines y un chelín, en 12 peniques. Una guinea (que figuraba en algunos precios) era una libra y un chelín. No hay que olvidar la media corona que equivalía a dos chelines y seis peniques. Gracias a Guillermo (y a los consejos/explicaciones de mi padre que entraba regularmente en los puertos ingleses) logré aclararme un poco.



Hablando con el padre de aquella familia descubrí que a Guillermo los ingleses lo conocían como "Just Williams" (Solamente Guillermo), pero, además, que su creadora, Richamal Cropton era casi vecina. Beckeham pertenecía al distrito de Bromley (justo donde Miss Cropton había sido profesora) y estaba cerca de Croydon donde vivía. Y allí fui con el hermano pequeño de la señora de la casa que fue mi guía en esto y en otras. Vi su casa por fuera y nada más.

Dejé de leer los libros de Guillermo cuando cambiaron el ilustrador. Thomas Henry, responsable de los dibujos, había fallecido en 1962.



Años después...


Un buen día me tropecé con los libros de Guillermo en el mismo formato y con las mismas ilustraciones que yo había conocido. Compré algunos con la esperanza de que mis hijos los disfrutasen como yo. Confieso que no tuve éxito, pero volví a disfrutar con Los Proscritos, además fui descubriendo más cosas. Un artículo de Moncho Alpuente con motivo del 80 cumpleaños de Just William clavaba al personaje:


La capacidad de liderazgo de Guillermo no residía en la dudosa fuerza de sus puños, ni en su irregular valentía, ni en sus espurias dotes de mando. Guillermo era el jefe por su fecunda imaginación y su facilidad para embarcar a sus entusiastas partidarios en las excursiones de su fantasía, que transformaba un inmundo albañal en impetuoso Amazonas, una vaca lechera en feroz tigre de Bengala y a un granjero enfurecido en una horda de invasores normandos. (...) El éxito de Guillermo Brown entre sus lectores se basaba precisamente en su profunda incorrección. Guillermo Brown no era sexista, ni machista, ni racista; Guillermo Brown sólo desconfiaba y veía como enemigos potenciales a los seres adultos en general, y en especial a los que habían empezado a ser o a creerse adultos hacía poco tiempo, como su insoportable hermana Ethel o su insufrible hermano Roberto, que le correspondían con la misma y nada ejemplar moneda.


Luego, claro, conocí de los zarpazos de grotesca censura franquista que, a decir de uno de los directores de la Editorial Molino, no quería que apareciesen tantos pastores protestantes. Como contrapunto, supe que John Lennon, sobre todo, y Paul McCartney eran fieles y persistentes lectores de las aventuras de Guillermo.


Featured Review
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Tag Cloud
bottom of page