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Giono en tiempo de pandemia



Parece claro que, en tiempos de pandemia, necesitamos alguna historia que tenga que ver con lo que estamos viviendo, tras haber leído La Peste de Camus, y decidido a no recurrir, de momento, a otros libros como el siempre socorrido Decamerón de Bocaccio, el Diario de la peste, de Daniel Defoe, o la impactante Némesis, de Philip Roth, nuestro Inventario nos da una opción maravillosa: Un húsar en el tejado, de Jean Giomo. Los lectores de Le Monde y los clientes de la FNAC lo han colocado lo han colocado en el puesto 31. Es cierto que, tras leer el comentario de Frédéric Beigbeder, uno no sabe a qué atenerse, aunque eso sí, resulta que Giono, "predica la literatura no de derechas sino de derecho, rehabilitando al mismo tiempo la picaresca a lo Dumas y sus orgullosos aventureros".



Por fin me llegó el libro. He descubierto esa legítima maravilla que es Iberlibro consigues obras maestras de segunda mano (o descatalogadas) desde un euro y medio. He conseguido la preciosa edición de 1953 de la Editorial Guillermo Kraft de Buenos Aires, con una estupenda traducción de Enrique Fernández Latour. Impecable. Tanto que, con mi navaja de Taramundi, he abierto las páginas intactas durante 66 años. Además, un acaba rendido ante una hermosa historia de amor no consumado. El pasado político había hecho que, aunque no de todo olvidado, su obra hubiese quedado marginada hasta que, en 1995, fue estrenada la película dirigida por Jean-Paul Rappeneau, con Juliette Binoche y Olivier Martinez como protagonistas y, por supuesto, con aparición de Gérard Depardieu. Esto rebela a Beigbeder. Sostiene que no es necesaria "la película" para apreciar la obra literaria.


Jean Giomo nació en Manosque. Fue hijo de un zapatero anarquista y de una planchadora. Acudió durante algunos años a la escuela pero desde muy pronto se formó como autodidacta mediante la lectura de los clásicos. En 1915 fue movilizado y enviado al frente de Verdún. Sobrevivió a los tres años que pasó en la guerra y a los once siguientes, que pasó trabajando como empleado de banca. Los ratos sueltos y las noches los dedicaba a escribir. En 1929 recibió el Premio Brentano por Colline y, un año después, el Premio Northcliffe por Regain. Fue entonces cuando decidió dejar el banco y dedicarse por completo a la literatura.


Durante los años treinta se implicó más y más en todo tipo de cuestiones políticas, desde posiciones que oscilaban entre el anarquismo y el comunismo, y haciendo siempre una defensa cerrada del pacifismo. En esa época publicó Que ma joie demeure y Las riquezas verdaderas, que tuvieron gran éxito y asentaron su renombre como escritor. Al hacerse públicos los indicios que poco a poco anunciaban la Segunda Guerra Mundial, Giono publicó tres importantes ensayos pacifistas: Refus d’obéissance, Lettre aux paysans sur la pauvreté et la paix y Recherche de la pureté. Al poco fue arrestado bajo el cargo de «pacifista» y pasó una parte de la guerra en la cárcel. Paradójica e injustamente, hacia el final de la contienda fue acusado de colaboración y arrestado de nuevo, si bien había proclamado firmemente su oposición al nazismo. Fue liberado en enero de 1945, pero sin haber sido inculpado.


Su rehabilitación pública llegó tan sólo en 1954, al ser invitado a formar parte de la Academia Goncourt. Meses antes había publicado El hombre que plantaba árboles, un relato que lo haría universalmente conocido. Giono murió de un infarto en 1970, dejando tras de sí una obra literaria amplísima (una treintena de novelas y varios libros de teatro y poesía) que aúna en un solo movimiento la búsqueda literaria y el compromiso ético.


El husar sobre el tejado fue publicada en 1951 y tiene como protagonista a Angelo Pardi, joven coronel piamontés comprometido con el movimiento carbonario, que vuelve a Italia tras vivir exiliado en Francia por matar a un hombre en un duelo. Cuando recorre la Provenza, sale a su encuentro un terrible enemigo sin rostro: el cólera, que asola toda la región. Angelo entra de lleno en el espacio alucinado de la peste, plagado de agonizantes y cadáveres en descomposición. En este escenario el paisaje cobra vida, con tormentas de carácter "indolente pero brutal", y muestra, como un espejo, la personalidad de los personajes: "Para un corazón que, como el de Angelo, idolatraba la libertad, aquellas soledades inhumanas tenían su encanto". Junto con la naturaleza, una multitud de signos contribuyen en buena medida al tono apocalíptico y alegórico de la novela. Destacan la inquietante presencia de pájaros de extraño comportamiento y la insoportable luz que preside casi todos los ambientes. Y todo al servicio de la piedra angular del relato: el desarrollo del personaje de Angelo, un peculiar aristócrata italiano del siglo XIX. De un romanticismo exacerbado, su conducta se rige por el ansia de gloria y de aventuras. Se define a sí mismo como "un hombre de acción", y su talante altivo no casa demasiado bien con su lucha junto con los carbonarios por la liberación del pueblo. Pero en la Provenza encuentra un enemigo de mucha mayor enjundia que los opresores del pueblo: el cólera. También el destino le proporciona una compañera con la que compartir camino y desahogar su necesidad de servir a una causa que realmente valga la pena.





Todos coinciden en que El húsar en el tejado es prosa de la mejor, aventura de la más grande y una novela inteligente, apasionante, con héroes stendhalianos de una sola pieza y donde el autor retrata el corazón humano con una precisión y un conocimiento difícil –por no decir imposible- de encontrar ya en la mayor parte de los narradores actuales. Y es que Jean Giono por fin es considerado como “uno de los más extraordinarios escritorios de Francia”, como dijo André Malraux, que de eso parecía saber bastante. Y Henry Miller llegó más lejos al escribir que “Si tuviese que elegir entre Francia y Giono, me quedaría con Giono”. Y más y más y más aún. Es cierto que, en el libro, se amontonan los muertos, pero. ¿no ocurre eso en las pandemias?





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