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Las soledades de Gabo


Cien años de soledad ocupa el número 33 del Inventario francés (el único en castellano entre los 50 primeros). Ficciones, de Borges, está en el 79 y el Romancero Gitano, de Lorca, en el 83. Estos tres, autores y títulos, se encuentran en la lista de los 100 mejores libros jamás escritos, según la encuesta del Club de Libros de Noruega. En esta última, García Márquez cuenta con una segunda obra: El amor en los tiempos del cólera. Pero, debomo concentrarme en los Cien años...

De izquierda a derecha, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Barral, Julio Cortázar y Josep Maria Castellet, en la comida del premio Barral de novela de 1972, en el restaurante La Font dels Ocellets

Recuerdo la primera vez que alguien me habló del boom (literario) latinoamericano. Y, es más: recuerdo dónde. Fue Jesús Carlos Galilea (mi querido y recordado Primo) en la pequeña cocina de su casa. Acababa de leer La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, y estaba entusiasmado. Me conminó (así era él) a leerlo. Una de sus hermanas impidió (con toda la razón del mundo) que me llevase el ejemplar, y a cambió nos "calzó" un pequeño sermón sobre el "boom latinoamericano", una especie de movimiento literario que, eso sí, estaba siendo "detonado" en Barcelona por editores como Barral, Castellet o Antonio López Llausás. Los primeros cartuchos fueron Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Me compré La ciudad... en la Librería Universitaria de Pamplona cuando aún estaba en la "Avenida del General Franco, 9". Aún no había abierto El Parnasillo.


Imagen de la edición ilustrada de 'Cien años de soledad' de Luisa Rivera

Devorado el libro de Vargas Llosa, debía seguir con los otros recomendados: Cortazar y García Márquez. No recuerdo cuál de los dos "cayó" primero. Mi ejemplar de Cien años de sociedad es una edición de 1969, publicado en Barcelona por Edhasa "por cuenta y orden de la Editorial Sudamericana de Buenos Aires", ambas vinculadas al editor exiliado Antonio López Llausás. Sobre la génesis y (la primera) edición de esta obra, hay dos libros apasionantes: el de Eligio García Marquez, Tras las claves de Melquiades. Historia de Cien años de solidad, y el libro-entrevista de Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba.


Bueno. Ha llegado el momento de iniciar el viaje a Macondo. El inevitable Beigbeder sugiere, solo sugiere, que Cien años de soledad es una novela "larga y farragosa". Es más corta y menos farragosa que algunos de los textos que aparecen en el Inventario (casi todos franceses): Proust, Malrraux, Beauvoir,... Aún así es rotundo cuando afirma lo siguiente: "Podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que hay un antes y un después de este libro en la historia de la literatura del siglo XX: desde entonces hemos tomado el gusto a las novelas latino-épicas, de alto contenido colorista, personajes delirantes, con escenas extravagantes y tropicales. Por otra parte, resulta curioso constatar que, a menudo, las grandes novelas de nuestro siglo se fundamentan en un deseo de condensar el universo: la jornada de un alcohólico en Dublín, la vida de un edificio parisino o, en este caso, cien años de un pueblo colombiano imaginario, aislado del resto del mundo, llamado Macondo".


Lo que me resultó impactante la primera vez que leí Cien años de soledad (y me lo sigue pareciendo cada vez que lo releo) es el arranque de la historia con el coronel Aureliano Buendía, uno de los protagonistas, frente al pelotón de fusilamiento. Hijo de Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, Nacido en Macondo, crece con ciertas características inusuales, como su capacidad de predecir ciertos sucesos o el de mover objetos con la mente. Solitario ya desde niño, esa será una de los grandes rasgos de su personalidad.Durante la mayor parte de su vida, Aureliano Buendía se dedica a luchar contra el gobierno, libra 32 guerras civiles ninguna de las cuales es capaz de ganar. Padre de 17 hijos -de 17 madres distintas-, Buendía sobrevive a las más terribles situaciones, escapa de la muerte tanto por voluntad de otros, es famoso el momento de su fusilamiento, como por la suya propia, ya que hasta intenta suicidarse.No es hasta que queda harto de tanta batalla que Buendía se retira a Macondo, a la vieja platería donde de joven había aprendido a forjar pescaditos de oro, lugar en el que su soledad, implacable, se hace evidente tanto para él como para los que lo rodean.


Paréntesis: mi padre navegó durante dos años largos -tiempo que estuvimos sin verle- a bordo de La Rioja -como primer oficial y como capitán-, un barco de la Empresa Nacional Elcano alquilado en time charter a la naviera Gran Colombiana. Se dedicaba al transporte de café desde Colombia a Estados Unidos. Descubrió dos cosas -que luego nos repetía-: lo bien que los colombianos hablaban castellano y la buenas librerías y editoriales que había en Bogotá. Y es cierto. Aún así, en Cien años de soledad, descubrirás palabras como pailas, anafes, malanga, ñame, ahuyama, oropipamente, destazar,... que te obligan a acudir a Maria Moliner en busca de ayuda,...



"Cien años de soledad - concluye Beigbeder- es una inmensa e irónica epopeya tragicómica, que a menudo ha sido comparada con el Quijote, pero que se parece más a la Biblia. con su Génesis, su Éxodo, su Diluvio y su Apocalipsis; sí, he aquí una Biblia latino, una Bilblia salsa, una Buena Vista Social Biblia escrita con un estilo lírico y despampanante".


Hoy, en medio de la pandemia, el mismo día en que mis nietas han podido salir a la calle, sigo navegando por el río con la bandera roja izada, como en los tiempos de cólera.



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