Thérèse soy yo, Monsieur Mauriac
De izquierda a derecha, Ernest Pezet, François MAuriac, Madame Mallaterre, José Antonio Aguirre
Jamás pensé que acabaría leyendo una novela de François Mauriac. He leído y escrito mucho sobre Mauriac, especialmente por su vinculación a la Liga Internacional de Amigos de los Vascos (LIAB en sus siglas francesas), un organismo de apoyo a las instituciones vascas exiliadas. Estuvo relacionado con la LIAB hasta su muerte. Pero, el Inventario ha colocado en el puesto 35 a Thérèse Desqueyroux y no olvidemos que, a nuestro hombre, le concedieron el Premio Nobel de Literatura y algo tendrá el agua cuando la bendicen. Y nunca mejor dicho. En la obra literaria de Mauriac se alterna los temas religiosos con los que tienen que ver con las pasiones.
Beigbeder parece compartir mis reparos ante la obra de nuestro hombre, al que algunos (incluso él mismo) consideran que es un novelista glauco incluso mediocre, aunque, eso sí, piensa que el Nobel fue más que merecido. Otra cosa es el valor que le de al galardón, Bernard Shaw, el primero que lo recibió escribió: "Puedo perdonar a Alfred Nobel por haber inventado la dinamita, pero sólo un espíritu malévolo con forma humana puede haber inventado el Premio Nobel".
He conseguido una preciosa edición de 1953 de la colección Aretusa que publicaba José Janés. En esta colección aparecieron obras de James Hilton (Adiós Mr. Chips) o Nino Guareschi (el creador de Don Camilo, aunque, en aquellos tiempos de dictadura, las relaciones entre un cura y un comunista no pasaron la censura, así que se conformaron con El destino se llama Clotilde).
Esta edición Thérèse Desqueyroux recoge cuatro novelas en las que, de una forma u otra aparece nuestra heroína además de la primera: En casa del doctor, En el hotel y El fin de la noche, que, en su día, fueron publicadas de forma separada. El fin de la noche, claro, trata de la redención casi en el lecho de muerte de esta mujer atormentada, habida cuenta que el fin de la vida es el fin de la noche. Mi recomendación es que se concentren solo en T. D.
Sigamos el resumen de del bueno de Beigbeder: "Thérèse intenta envenenar a su marido Bernard. Es detenida pero su marido consigue que salga en libertad para salvar el honor de la familia (ay! el honor). Imaginad el ambiente que encuentra que encuentra al regresar al domicilio conyugal. A la vez víctima y verdugo, digamos que la bienvenida que recibe no es demasiado entusiasta. Su marido va a secuestrarla para empujarla al suicidio, pero en el último momento la dejará marchar". ¡Qué barbaridad!
Lo que resulta ¿sorprendente? es que, según confesó Mauriac Thérèse es el mismo. Por si fuera poco, su fascinación por el pecado es su modo de rebelarse. Como todo buen católico, se siente atraído por todo lo prohibido. El vicio no tiene interés sin la culpabilidad. Aunque hoy, en lo que todo está permitido, se aburriría solamente, lo que no evita que su literatura esté más que pasada de moda. entonces, ¿por qué le votan los franceses?. Si hacemos caso a Beigbeder, François Mauriac "dedicó toda su vida a criticar el mundo al que pertenecía sin huir de él más que a través de la literatura. Mauriac es un espía peligroso, un rico que odia a los ricos, un traidor a su clase social que vaga como alma en pena por las cenas fuera de casa y la Academia Francesa para nomar amargas notas sobre sus notables colegas".
Mi recomendación es que, en estos momentos,si no es por necesidad u obligación (o por un empeño alocado) busquen otra novela con más garra. Ni el cine (Claude Miller convirtió la novela en su cinta póstuma) ha logrado dar aire a esta historia.