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Lady Chaterly: culo, caca, pis, pedo, báter.



"La nuestra es esencialmente una época trágica, así que nos negamos a tomarlo por lo trágico. En cataclismo se ha producido, estamos entra las ruinas, comenzamos a construir hábitats diminutos, a tener nuevas esperanzas insignificantes. Un trabajo no poco agobiante: no hay un camino suave hacia el futuro, pero le buscamos las vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan desplomado".

-D.H. Lawrence


El párrafo anterior sirve para describir los tiempos post pandemia, aunque se aunque el autor se refiere a otra cosa. Pertenece a una obra extraordinaria, El amante de Lady Chaterly, de D.H. Lawrence, que algunos pipiolos se empeñan en aclamar "uno de los grandes libros de literatura erótica". ¡Por favor! Encima, los franceses se mean de risa cuando se enteran que, a los anglosajones, les haya escandalizado una obra que se imprimió en el Reino Unido de la Gran Bretaña hasta 1960. La primera edición apareció subrepticiamente en Florencia, Italia, en 1928. ¿Era para tanto?



La historia va de lo siguiente: Constance, una dama de la alta sociedad inglesa, se casa con el aristócrata Clifford Chatterley, quien ha quedado paralítico después de luchar en la Primera Guerra Mundial. Pese a ser un hombre atractivo y varonil, ha quedado impotente y en silla de ruedas luego de recibir una herida en batalla. Cuando detecta en Constance los síntomas de languidez e indiferencia por la vida, le recomienda de inmediato que se busque un amante para satisfacer sus deseos sexuales e, incluso, para asegurarse la descendencia. Lady Chatterley al principio se siente ofendida, pero a medida que pasa el tiempo y se acentúa su insatisfacción, inicia un escarceo amoroso con Michaelis, un artista que está de visita en lo de los Chatterley. Luego su esposo le presenta a Oliver Mellors, el guardabosque de las tierras de su propiedad. Constance se siente subyugada por él, por la virilidad que emana, pero a su vez rechaza su forma de vida, su forma de hablar, su clase social. El progresivo acercamiento entre ambos acaba por fin en el suelo de una cabaña, sin interludio amoroso previo. Comienza así un intrincado e intenso triángulo amoroso.

El amante de lady Chatterley estuvo marcado por la incomprensión y el escándalo. No sólo fue prohibido, sino que incluso los lectores y buena parte de la crítica lo calificaron como un elogio del libertinaje y de la pornografía. La doble militancia de D. H. Lawrence, escritor y profeta a la vez, se impuso con los años como una de las mejores estrategias estéticas en las que el erotismo y la comunidad juegan con el cosmos un rol fundamental.



«La censura es la menor de las dos hermanas despreciables: la otra se llama Inquisición», escribía el dramaturgo vienés Johann Nestroy (1801-1862) con un siglo de antelación a la publicación de la polémica novela del británico D. H. Lawrence, «El amante de Lady Chatterley». Obra que estuvo prohibida en Inglaterra más de tres décadas, desde su impresión en el año 28 del siglo pasado hasta la celebración de uno de los juicios más mediáticos en la historia reciente de Gran Bretaña (1960).


Por fin lee Lady Chaterly (1960)


Por lo que se refiere a España, El amante de Lady Chatterley intentó circular en una edición argentina en 1951 (sin éxito) y ser publicada por Plaza y Janés en 1963 (sin éxito otra vez, según la censura carpetovetónica es «un relato esencialmente obsceno y procaz con el inconveniente de que literariamente ofrece poco interés» y, aunque Plaza y Janés insistió en los deseos de ser madre de la protagonista, no funcionó con la censura). Los expedientes de peticiones de edición se sucedieron durante 1963, 1964, 1965, 1969 y 1975 y también hubo de importación. No llegaría hasta 1976, tras el fin de la dictadura, usando la traducción argentina en la editorial Edaf.


Aldous Huxley y D.H. Lawrence


Ahora en serio. Además de una iniciación a la revolución sexual, El amante... es una extraordinaria pieza literaria en la que se retrata a la sociedad británica de entreguerras. Los conflictos y las diferencias sociales surgen como un remedo entre Dickens y Hobsbawm. Eso sí, Beigbeder asegura que Lawrence "soñaba con una democracia de tacto capaz de trascender la lucha de clases, Ah si los ricos se acostase más a menudo con los pobres..." Claro que, pasado el escándalo, nos queda una de las novelas esenciales del siglo XX.

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