Medea, una mujer con la que no se juega
El que visite -con calma- el Museo de Louvre se encontrará con la Statuette du poète Euripide (es decir, la estatuilla del poeta Eurípides). Fue "encontrada" en Roma, en la colina de Esquilino (una de las siete de Roma), en 1704. Son abundantes las obras de artes "encontradas" por británicos y franceses que uno encuentra en el British Museum o en el Louve. La estatuilla está restaurada. la cabeza es copia de la que se encuentra en el Museo de Nápoles. Eurípides fue uno de los tres poetas trágicos de la Guerra antigua junto con Esquilo y Sófocles. Nació en la isla Salamina hacia el 480 aC y falleció en Pellela, en la Macedonia griega, en 406. De su obra, nos han quedado 18 tragedias completas -fragmentos, de muchas más- y el drama satírico El Cíclope. Indro Montanelli mantiene que so se sabe como Eurípides se convirtió en escritor de teatro: "Pero parece claro por las dieciocho obras que de él nos han llegado, sobre stenta y cinco que se le atribuyen, que Euripides se burlaba del teatro en sí y que lo consideró tan solo un medio para exponer sus tesis filosóficas". Fue un dramaturgo de ideas. En el 410 le procesaron por impiedad e inmoralidad. ¿El pecado? Ser pacifista en el momento en Atenas estaba en Guerra con Esparta. Aunque fue absuelto, aquello acabó con su carrera y tuvo que irse a Macedonia donde murió.
Maria Callas y Pier Paolo Pasolini
Eurípides es el autor de Medea que se encuentra entre los 100 mejores libros de todos los tiempos según el Club del Libro Noruego. Yo he seguido, por un lado, la "versión representable" de Alfredo Marquerie, 1955, y la vieja edición de la Compañía Iberoamericana de Publicaciones. La misma en la que publicaron Manuel Azaña, Francisco Cossío, Concha Espina, Eugenio d'Ors, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, Antonio Machado, Rubén Darío, Pedro Salinas, Miguel de Unamuno o Vallé-Inclán. Libros y autores que devoraba mi mestro Jon Bilbao en la bibkioteca del Ateneo de Madrid. Seguramente, fue la edición de la CIP la estudió Margarita Xirgu para su versión de Medea. Hay otra Medea, la ópera de Cherubini, que interpretó María Callas en la Scala (y que forma parte, claro, de la banda sonora de esta reseña). La interpretación de la Callas impactó tanto a Pier Paolo que la convirtió en protagonista de su más que recomendable versión cinematográfica (1969).
Medea, de Giovano Bededetto Castiglione
Medea era la hija de Eetes, rey de Cóquida, y de la ninfa Idria. Era la sacerdotisa de Hécate y se dice que aprendió los principios de la hechicería con su tía, la diosa-maga Circe. A Medea se le considera como el prototipo de bruja o hechicera. Pero, sobre todo, aparece como una mujer independiente, que nada tiene que ver con el prototipo de le época (y de épocas posteriores).
Medea y Jasón, de John William Waterhouse
En la tragedia de Eurípides, Medea está casada con Jasón, el buscador del vellocino de oro con los argonautas. Por la acción de Eros y Afrodita, se había enamorado locamente de su hombre. Pero, este se promete en matrimonio con Glauque, hija de Creonte, lo que le provoca, con razón, un monumental cabreo al ser deshonrada de aquella manera. Creonte, que solo intuía como se las gastaba nuestra protagonista, ordenó su destierro inmediato. Pero Medea, fingiéndose sumisa, pide un solo día de plazo para salir al destierro. Ese plazo lo aprovecha para hacer unos regalos a Glauce: una corona de oro y un peplo que causan la muerte por el simple contacto. Glauce muere de manera horrible:
"No se distinguía la expresión de sus ojos ni su bello rostro, la sangre caía desde lo alto de su cabeza confundida con el fuego, y las carnes se desprendían de sus huesos, como lágrimas de pino, bajo los invisibles dientes del veneno".
Tras perpetrar ese horrible crimen, Medea mata a sus propios hijos.
Termina la obra con Medea subida en el carro de Helios, con quien ya tenía pactada su huida a Atenas, para evitar las iras de la familia de Creonte y de su propio marido Jasón, al que increpa desde el carro:
¡Oh niños, cómo habéis perecido por la locura de vuestro padre!
Además del estilo, Eurípides realza la figura femenina de forma extraordinaria. Medea es formidable, sabia, fuerte, hábil, luchadora y por ello es amada por unos, pero respetada y temida por todos. En esta y en otras obras, Eurípides exalta los valores femeninos y defiende la condición femenina. Medea describe en la tragedia esta condición:
De todo lo que tiene la vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo. (...) Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito, y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir.
Para Rocío Gonzalez Naranjo, "resulta interesante constatar hasta qué punto Medea se opone a lo masculino, a los griegos, a la polis, a la religión, etc. Como sucede con Helena (y su tradicional imagen de traidora y embustera), cuyo caso ya hemos analizado en otro artículo, la imagen de una Medea vil y asesina se impone frente a la de diosa benéfica, musa o mujer comprometida con su esposo, debido a los valores imperantes de los griegos: antes de la representación de Eurípides, Medea era considerada una diosa madre, no una bárbara asesina. Una percepción que cambia en el mundo griego, pues Medea proviene de Oriente, de un mundo bárbaro a ojos del mundo occidental. El bien y el mal quedan así trastocados. El estatuto de extranjera, de extraña, se mostraba ante el público griego para poder comprender la acción asesina: un crimen tan atroz (matar a sus propios hijos) no podía provenir de un conciudadano; debía ser ejecutado por una extranjera, no por una mujer griega".
Medea rompe con el rol de la mujer y con el mito de la maternidad. Por otro lado, la pervivencia, el legado cultural y la dimensión literaria y artística que alcanza el mito de Medea son inmensos. Aunque Simoine de Beauvoir solo se refiere a "esa salvaje leyenda" en la introducción de El Segundo Sexo, la presencia de Medea se percibe a lo largo del texto. Su legado es evidente.
Referencias bibliográficas
Simone de Beavouir, El segundo sexo, México (2019). Debolsillo.
Robert Graves, Los Mitos Griegos, Barcelona (2004): Círculo de Lectores.
Indro Montanelli, Historia de los griegos, Barcelona (2001):Debolsillo.