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Gatsby que estás en los cielos


"Queda dicho que tengo una gran tendencia a reservarme toda opinión,

hábito que me ha facilitado el conocimiento de las más extraordinarias naturalezas,

y también me ha hecho víctima de no pocos latosos sempiternos".

- F. Scott Fitzgerald


El esta ocasión, mi primer contacto con El Gran Gatsby fue a través de la película que protagonizó Robert Redford que no me impresionó especialmente. Explica a que tardase más de una década en libro, algo de lo que no me arrepentí, porque cambió mi percepción de la historia. Pocos años después, viajé a Nueva York con mi jefe uno de los seres más fatuo e ignorante que cualquier ser humano pueda tropezarse, a quien en casa llamábamos "Rafael el Bermeano" (aunque, claro, no era de Bermeo). Le acompañé en calidad de intérprete porque este caballero no tenía ni idea de inglés. Con todo lo que había que ver, todo su empeño fue ir a una tienda de ropa que, según él, aparecía en El Gran Gatsby. Se compró una corbata -que le costó una fortuna- que tardaron una eternidad en envolverla.


Francis Scott Fitzerald nació en Saint Paul, Minnesota, en 1896, y falleció en Hollywood el año 1940. Empezó a escribir cuando aún iba a la escuela de su ciudad natal. En 1917, dejó sus estudios en Princeton para incorporarse al ejército. Su obra es un reflejo de los problemas de la juventud s¡de su pais en loa años que siguienron a la Primera Guerra Mundial.


Dice Beigbeder que Fitzgerald "puede ser considerado el primer boibo (bourgeois bohème), pero tenía la elegancia de llamar a su izquierdismo 'Generación perdida'". Mariano Antoló Rato nos recuerda que "fue Gertrude Stein quien primero utilizó Generación Perdida para referirse a otros norteamericanos, y más jóvenes e impetuosos que ella, que vivían y, sobre todo bebían y escribían, en el París de los años 20. Y se diría que cuando inventó ese eslogan tenía en mente a Scott Fitzgerald. Pues el autor de El Gran Gatsby representó más que ninguno de los demás (Hemingway, por ejemplo) el modelo de perdedor de la época. El de un hombre cuyos escritos, especialmente los relatos, habían hecho famoso unos años antes, y que terminó en 1941 sin dinero, alcohólico, añorando su lejano amor. A sus 44 años muchos creían que él, el máximo representante público de la «era del jazz», ya estaba muerto".



Algunos mantienen que El Gran Gatsby es una de las mejores novelas jamás escritas. La historia hace referencia principalmente al joven y misterioso millonario Jay Gatsby, su pasión quijotesca y la obsesión por la hermosa ex debutante Daisy Buchanan. El gran Gatsby explora los temas de decadencia, idealismo, resistencia al cambio, agitación social y el exceso, creando un retrato de la época del jazz, del Art deco o de los locos años veinte que ha sido descrito como una advertencia con respecto al sueño americano. Mariano Antolín Rato: Resulta difícil mostrarse ecuánime al referirse a El gran Gatsby. Es posible hablar de su magistral enfoque narrativo, de los perfectos diálogos, de las incomparables descripciones que ponen en situación y desembocan inevitablemente en la tragedia. Pero, en definitiva, lo que permanece sobre todo es la sombra de Francis Scott Fitzgerald, un escritor capaz de reafirmar la fantasía romántica de la ambición y el heroísmo personales de una vida dirigida o condenada a la consecución de un ideal.




Beigbeder nos recuerda que El Gran Gatsby "es una sátira de la alta sociedad americana (algunos incluso le reprochan al libro su larvado antisemitismo), pero es, sobre todo, una novela de amor melancólico, redactada en ese tono agridulce, inimitable. También es, en parte, un reflejo de su autobiografía: Gatsby es un poco Fitzgerald".




"No me gusta la gente a la que no le gusta Fitzgerald -dice nuestro guía- . Creen que hay que ir mal vestido para ser un auténtico rebelde. Es falso: si me ducho con chanpán, y la emprendo a patéticas patadas con mi sillón, es para poder gritar, junto a Scott Guevara: '¡Biba la Rebolusión!'" "Rafael el Bermeano" siguió gastando ingentes cantidades de dinero en ropa carísima. No se le notaba y, además, seguía sin enterarse de nada.




"Nadie que haya leído El Gran Gatsby -afirma M. Antolín Rato- olvidará la luz del embarcadero de Daisy que Gatsby veía las noches de aquel verano en Long Island y que, desde entonces, representa uno de los paradigmas de lo inalcanzable. Y sobrevolando eso, y las miserias de unos seres literarios y muy próximos, el aire de tragedia griega que se despliega sobre un fondo de negocios ilícitos y tristes ilusiones".


"Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente,

incesantemente arrastrados hacia el pasado".

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