La lucha de Karl Ove
“Cuando se sabe demasiado poco es como si ese poco no existiese.
Pero también cuando se saben demasiadas cosas es como si estas cosas no existiesen.
Escribir es sacar de las sombras lo que sabemos.
De eso se trata escribir”.
K.O. Knausgård , La muerte del padre
Cuando nació Karl Ove Knausgård yo había cumplido 15 años y, por supuesto, todavía no había leído a Proust. Knausgård nació en Oslo en diciembre de 1968. Así que el domingo 28 de febrero de 2021, cuando escribí estas líneas, tenía 52 años. Pues bien, con esa edad, ya ha relatado su vida en seis tomos bajo el título de Mi lucha, el mismo título que la autobiografía de Hitler. Diez años y 3904 páginas más tarde, llegó a las últimas palabras de los seis volúmenes: “iremos a casa, a nuestra casa, y durante todo el trayecto disfrutaré, realmente disfrutaré pensando que ya no soy escritor”, y te preguntas qué ha sido exactamente lo que has leído y lo que has vivido: "Un vertedero documentario que necesita existir -en palabras de Alberto Manguel- para que surja, de vez en cuando, un prodigio que, por sí solo, parecería puramente retórico pero que, nacido de la abrumadora acumulación de detalles, se convierte en una epifanía".
"Lo inventado no tiene ningún valor -sentencia Knausgård- , lo documentado no tiene ningún valor. Lo único que para mí seguía teniendo valor y todavía tenía sentido eran los diarios y los ensayos, la parte de la literatura que no es narración, que no trata de nada, sino que sólo consta de una voz, la voz de la propia personalidad, una vida, un rostro, una mirada con la que uno podía encontrarse. ¿Qué es una obra de arte sino la mirada de otro ser humano? No por encima de nosotros, ni tampoco por debajo de nosotros, sino justo a la altura de nuestra propia mirada. El arte no se puede vivir colectivamente, el arte es eso con lo que uno se encuentra a solas. Uno se encuentra a solas con esa mirada.»
Karl Ove Knausgård ha convertido su vida en arte. Infancia, adolescencia, juventud y madurez, recreadas al microscopio. En todas sus pequeñas y grandes cosas, la vida entera minuciosa y exhaustivamente contada. Desnudo con su prosa desnuda, expuesto más allá de lo razonable, ardiendo en la pira de su pulsión por la escritura. Su absoluta cotidianidad, a través del ojo de la cerradura, provoca la empatía del espejo, el temblor de lo real. Y sucede un milagro. Esa mirada prende, y aparece el fuego: arde la vida.
Knausgård es el año cero de la literatura.
La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede. Luego se para.
Todo comenzó en 2009 cuando emprendió en 2009 un proyecto literario sin igual: su obra autobiográfica Mi lucha es sobre todo una gran proeza. Está compuesta por seis novelas, la última de las cuales se publicó en junio de 2019. La gesta es la escritura en un tiempo récord de la novela más larga de la historia de la literatura noruega (emparentado aquí con Proust y su En busca del tiempo perdido), que es a la vez —desde su título hitleriano— una superlativa provocación. Pura utopía: “La literatura siempre ha estado emparentada con lo utópico, de modo que cuando lo utópico pierde su sentido, también lo pierde la literatura”, leemos en el volumen que lo inició todo, La muerte del padre, que es la que he leído hasta ahora. Acabo de recibir Un hombre enamorado. Uno día lograré leer los seis volúmenes. Knausgard desprecia la ficción para relatarnos su lucha con la vida y la literatura. Su miedo a ser un escritor mediocre convive con los recuerdos de un padre alcohólico, que se despidió de la existencia, imitando a Dylan Thomas, fulminado por una borrachera descomunal. La muerte del padre está ensombrecida por su comportamiento autodestructivo. Tal vez esa tragedia explique la obsesión de Karl por la muerte, que le empuja escribir epitafios demoledores sobre sí mismo y su literatura. No se trata de la frustración del escritor inédito, sino del que se enfrenta al olvido, mucho más implacable que el estruendo efímero del éxito. Al evocar su infancia y su juventud, advierte que la angustia y el ensimismamiento siempre viajaron con él, impidiéndole conocer la dicha tranquila de su hermano, con un planteamiento vital mucho más sencillo.
Karl no oculta sus debilidades (ni las suyas ni las de quienes le rodean). Le gusta el alcohol, pues bajo sus efectos la realidad adquiere otro aspecto y la percepción del yo se hace más tolerable e indulgente. No reniega de su generación. Se identifica con el pop y el rock, una música que alterna entre el optimismo y el desgarro, con letras a veces tontas, pero en muchas ocasiones llenas de sensibilidad y lirismo. No le asustan los tabúes. Al evocar el trasiego de un sex-shop, se pregunta por qué algunos hombres escogen exponerse a la vergüenza pública masturbándose en cabinas con una tibia luz roja, cuando existe la posibilidad de satisfacer ese impulso en la intimidad de una habitación con un ordenador en red. Tal vez el ser humano anhela la indignidad y escarnio, especialmente en los países protestantes, donde la conciencia de pecado excluye una improbable redención por las obras. La muerte del padre es una gran novela con una prosa limpia, fluida e introspectiva. No hay excesos verbales ni artificios poco creíbles, pero sí una determinación inquebrantable de llegar hasta el final en la exploración del propio yo y la sociedad circundante. No he leído el resto del ciclo, aún sin traducir, pero creo que nos encontramos ante una aventura literaria con el rigor y la inspiración de los grandes clásicos.
Photo: Karl Ove Knausgård .
Ha obtenido numerosos galardones y una cantidad insólita de lectores, además de un gran número de traducciones. Anagrama ha publicado todos los tomos, con extraordinaria acogida crítica: La muerte del padre: «Un libro importante, un esfuerzo literario digno de admiración y un ejemplo de vocación literaria» (José María Guelbenzu, El País); Un hombre enamorado: «Gran literatura» (Alberto Manguel, El País); La isla de la infancia: «Una novela magistral. Mi lucha es una de las sagas literarias más hermosas de las últimas décadas. Knausgård ya se ha hecho un hueco entre los clásicos» (Rafael Narbona, El Mundo); Bailando en la oscuridad: «Una historia que hemos leído muchas veces pero nunca así, con una libido tan verdadera, con un sentimiento tan agudo del dolor marcado por la inexperiencia» (Anna Caballé, El País); y Tiene que llover: «No me gustaría llamarlo el libro del año o de la década porque está llamado a más altas metas: a ocupar un lugar privilegiado en la presente centuria» (Ángeles López, La Razón). Ahora cierra la serie con el sexto y último: Fin.
La serie completa ha sido traducida a varios idiomas. Los primeros libros fueron aclamados por la crítica en Dinamarca, Suecia, y muchos otros países. Los primeros tres libros fueron traducidos al inglés por Don Bartlett para Archipelago Books de Estados Unidos y Harvill Secker de Reino Unido, y fueron retitulados como Una muerte en la familia, Un hombre enamorado, e Isla infancia. En una larga y positiva crítica de los primeros tres libros, James Wood del The New Yorker escribió que «hay algo incesantemente convincente en el libro de Knausgård: incluso cuando me aburría, seguía interesado». En la crítica al segundo libro, en el The New York Times, Leland de la Durantaye denominó a la serie como «impresionantemente buena» y la comparó con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. En una crítica al tercer volumen en el The Times Literary Supplement, Thomas Meaney reflexiona acerca de las diferencias entre Proust y Knausgård, y escribe acerca de la filosofía detrás de Mi Lucha.
“Al día siguiente lo vería todo de otra manera. El día siempre llegaba con algo más que luz. Independientemente de lo deprimido que uno pudiera sentirse, era imposible permanecer totalmente indiferente ante lo que un nuevo día traía de comienzos”.
K.O. Knausgård , La muerte del padre
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