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La mirada que no borra las letras sobre la arena


Sobre la arena amarilla

escribimos su nombre;

qué bien sopló la brisa

y se borraron las letras.


Sto Perigiali to Krifo. M. Theodorakis



Irene Papas tiene 94 años y es una de las mujeres más hermosas que uno pueda conocer. En su mirada se resume Grecia. Esa Grecia maravillosa e intensa alejada de la ruta de los tour operadores. De las aldeas junto al mar de los alrededores de Tesalónica, de los pueblos de la montaña chipriota (aunque no sea propiamente Grecia). Eso sí: Grecia vive en permanente modo de tragedia. Con un siglo XX de invasiones, ocupaciones (italianos, alemanes, búlgaros o turcos) y terribles guerra civiles. Quizá por ello Irene Papas tiene una fuerza trágica inigualable: ha dado vida como pocas a personajes como Medea, Electra, Clitemnestra, Helena, Penélope o Anticlea.



Si Irene Papas pone la mirada, la banda sonora es, sin duda de mi querido Mikis Theodorakis. Conocí su Sirtaki antes que su nombre (en Zorba el Griego). Alguien ha dicho de él que es el héroe de la música griega. Centenares de caciones, ilustraciones musicales (para las tragedias clásicas: Electra, Ifigenia, Las Troyanas, Antígona, Edipo, rey), oratorios, su maravilloso Canto General (inspirado en el Canto de Neruda), himnos como El Capitán Zakarias (que se convirtió en el himno de la resistencia griega) u O Adónis (Balada de Mauthausen).




La letra, claro, la pone Nikos Kazantzakis. Yo había visto la película Zorba el Griego, pero debo confesar que, en aquellos días, las películas que veía eran del protagonista "principal". En esta caso, de Anthony Queen. Luego, descubrí que su director era Michael Cacoyannis, que la música era de Thedorakis que "inventó" un sirtaki que hoy signo de identidad de un país. Desde el primer momento, me encantaron los papeles de Irene Papas y, sobre todo, el de Lilia Kédrova (que borda su papel de vieja prostituta). El libro lo leí mucho después, y, por cierto, se titulaba Vida y hechos de Alexis Zorba. Lo primero que leí, eso sí, fue su España y viva la muerte, que recoge una serie de crónicas de un viaje que hizo en la déca de los 1930 en busca de rastros de El Greco.



Nació el 18 de febrero de 1885 en Candia (hoy Heraclion), en la isla de Creta. Cursó estudios en la Universidad de Atenas, donde se licenció en Derecho. Viajó a Francia y estudió Filosofía con Henri Bergson. Durante los años 30 viajó por Europa, Asia y África, escribiendo libros en los mezclaba descripciones de sus viajes con comentarios filosóficos. Sus novenes más famosas son Zorba el griego (1946), o Cristo de nuevo crucificado (1948). Autor de libros sobre temas religiosos y filosóficos, entre los que destacan La última tentación de Cristo (1951), también llevada al cine en 1988, o El pobrecillo de Dios (1953). Traductor de Dante y Goethe, así como a diversos autores clásicos griegos al griego moderno, lengua de la que es sin duda uno de los más grandes maestros. Kazantzakis además escribió ensayos, tragedias y poesía lírica y épica, destacando en este último género Odisea (1938). Contrajo matrimonio con Galatea Alexiou en 1911; y se divorciaron en 1926. Se casó nuevamente con Elena Samiou, en 1945. Nikos Kazantzakis falleció en Friburgo de Brisgovia, Alemania, el 26 de octubre de 1957.


Fotograma de ‘El que debe morir’, versión de cine de 'Cristo de nuevo crucificado'.


He leído Cristo de nuevo crucificado. Es una vieja edición de Carlos Lohlé, de Buenos Aires ("No compre libros a ciegas, sepa lo que va a leer", decía su publicidad). Está traducido directamente del griego (muchas de sus obras son traducciones de la versión francesa) por José Luis de Izquierdo. La verdad es que, a pesar del título, se leen bien las 409 páginas de la obra. Concebida después de Zorba, Kazantzakis redactó Cristo de nuevo crucificado entre 1948 y 1949, ya instalado en Antibes, en la Provenza francesa, y la novela se publicó primeramente en Suecia y después en Holanda. Una vez derrotada la Alemania nazi en la II Guerra Mundial -y por tanto expulsada también de Grecia, donde dejó un rastro especialmente cruento- los griegos se enzarzaron a su vez en una demoledora Guerra Civil y según explica su esposa Eleni en sus memorias El disidente, Nikos Kazantzakis dudaba en cómo implicarse pues “no sabía que proponer a ese pueblo que ama y que una clase corrompida y rapaz va de nuevo a explotar sin decoro”. Cin fiebre y con un raro proceso de hinchamiento del labio y del rostro, episodio que también le acontece al protagonista de la novela, esas fueron las circunstancias que acompañaron a Kazantzakis en la redacción de la novela, que, para algunos, tiene mucho de "fábula ejemplarizante".


Melina Mercuri en la versión cinematográfica


Cristo de nuevo crucificado está ambientada en 1922 en una aldea griega de la Anatolia otomana, poco antes del desenlace de la enésima guerra entre griegos y turcos que acabó en la diáspora de millón y medio de griegos que durante siglos habían tenido su hogar en el Asia Menor. Sin embargo, la novela no recoge este encontronazo, o apenas lo hace como un runrún de fondo. Kazantzakis pone el foco no en el enfrentamiento entre unos y otros si no en el conflicto interno que estalla dentro de la propia comunidad helena y cristiana. La trama echa a andar cuando cuatro jóvenes vecinos del pueblo son escogidos como de costumbre para las representaciones de Pascua. Movidos por idealismo o por la pureza de sus creencias, deciden transformar su elección en acicate para exigirse un mayor nivel de cumplimiento de su fe religiosa. Por supuesto, el conflicto con las rutina social, con el devenir cotidiano de la comunidad y con los intereses de los más poderosos de la aldea –el poder político y el económico, aunque también claro está el religioso- estalla de inmediato, que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, como todos sabemos. La llegada de un grupo de refugiados –tan griegos y cristianos como ellos- desalojados de su comunidad y en un estado material deplorable, radicalizará las posiciones y el enfrentamiento.


"No espero nada, no temo nada. Soy libre



Así que en la aldea de Likóvrisi vuelven a verse las caras y a medir sus fuerzas dos maneras de ver el cristianismo y, por extensión, la vida. Una, sustentada en cuatro pilares sagrados; la fe, la patria, el honor y el patrimonio. Otra, que se identifica con un Cristo pobre y perseguido, que llama a las puertas y no encuentra quien le abra. Un Cristo descalzo que mira los cuerpos hambrientos, las almas oprimidas y alza su voz clamando justicia. Obviamente, a los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Griega no les complació en absoluto la novela, y, tras la publicación poco después de La última tentación de Cristo, excomulgaron a Nikos Kazantzakis de por vida. Por cierto, al igual que Martin Scorsese llevó al cine en 1988 La última tentación…, y, claro, Zorba, también hay versión cinematográfica de Cristo de nuevo crucificado, dirigida por Jules Dassin en 1957 con Melina Mercuri en el reparto y rebautizada como El que debe morir. Nikos Kazantzakis sigue reposando hoy en una humilde tumba en uno de los bastiones de la muralla que rodea Heraclion, la capital de Creta, en la que se puede leer este epitafio: "No espero nada, no temo nada. Soy libre”. No es mal epitafio.



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