Nadine frente a la impudicia
- Koldo San Sebastián
- 27 feb 2021
- 4 Min. de lectura

¿Qué podía saber sobre Sudáfrica un adolescente a principios de la década de los 1960? Como mucho que era una una esquina africana en un mapa de la Enciclopedia Álvarez, uno de los textos que formaban parte del "sistema educativo" del franquismo. La clasificación de razas de la tal enciclopedia, en fin... Mi siguiente contacto con Sudáfrica fue "Pata Pata" que bailábamos en la sesión matinal de la discoteca Dulcinea, de Avilés. Mis amigos y yo íbamos a misa de 12 a la iglesia de los Franciscanos (requisito familiar obligatorio) antes de ir a mover el esqueleto. La sesión comenzaba a las 12.30, así que salíamos de la iglesia antes de que finalizase la celebración. Contradicciones de la época. La intérprete de aquel éxito era Mirian Makeba que había tenido que exiliarse por su oposición al régimen del aparheid. ¡Qué palabra! No aparecía en la Enciclopedia Álvarez. Por fin, en 1986, conocí a un grupo de periodistas sudafricanos que padecían directamente aquel horror. Pertenecían a dos sindicatos profesionales: uno de periodistas blancos y otro de los de "color". El primero era de blancos angloparlantes, muchos de origen irlandés, situado en el laborismo. En el segundo, se integraban negros y asiáticos, y eran claramente cercanos al entonces ilegal ANC (Congreso Nacional Africano). Algunos de sus miembros había viajado con visados restringidos. Por cierto los blancos afrikaners tenían su propio sindicato y, lógicamente, no estaba homologado internacionalmente. Como en otros casos, el aparheid también ha sido tema literario: Doris Lessing, Tom Sharpe, John Maxwell Coetzee y, sobre todos, Nadine Gordiner.

Más tarde llegaron las lecturas de Tom Sharpe, el maestro del humor que supo ridiculizar el régimen del aparheid. Sobre el tema publicó dos obras de arte: Reunión tumultuosa y Exhibición impúdica. Sharpe, nacido en Londres, tras estudiar Historia en la Universidad de Cambridge y realizar el servicio militar en la Marina Real británica, se trasladó a Sudáfrica en 1951, donde se dedicó a la enseñanza en un internado de niños blancos, debido al racismo de la época. En sus ratos libres salía a tomar instantáneas en los barrios de la periferia y realizaba trabajos sociales en Natal; además abrió un estudio de fotografía. En 1961 empezó a escribir la primera de sus nueve piezas teatrales contra el apartheid, que se representó con el título de Natal. Fue encarcelado en la prisión de Pietermaritzburg acusado de ser un político subversivo y un comunista peligroso y 36.000 negativos de sus fotos fueron quemados por la policía. Se salvaron 6.000 que había escondido en casa de unos amigos. Más tarde fue deportado por actividades antigubernamentales.

Nadine Gordimer
Un buen día leí La gente de July, de Nadine Gordimer. Fue todo un descubrimiento. Gordimer aborda en esta obra un tema fascinante: las relaciones entre amo y esclavo que relata con maestría. Bam y Maureen Smales, contrarios al aparheid y a su intolerable sistema de privilegios para unos pocos, siempre se han comportado correctamente con July, el criado negro. Pero estallan las revueltas: motines, crímenes y atentados hacen peligrar sus vidas. Por ello tienen que aceptar el ofrecimiento de July: refugiarse en su aldea natal hasta que pase el peligro. Así, apartados del confort y bienestar de la civilización, los Smales deben adaptarse a una vida totalmente nueva y, lo principal, a una inesperada relación con July, el sumiso y eficiente criado que ahora, en su habitat actúa de otra manera... ¿Quién es el poderoso en esta situación? ¿Qué ancestrales estratos psicológicos y sociales han hecho irrupción en los protagonistas? Ambientada en Sudáfrica y narrada con el pulso inequívoco de una excepcional novelista, La gente de July es una obra de intensa acción bajo la cual subyace una inteligente radiografía de las circunstancias que originaban y modelaban el racismo en aquel país. Años más tarde, tras concederle el Premio Nobel de Literatura leí La historia de mi hijo.

Mandela y Gordimer
Nadine Gordimer era la hija de un emigrante judío letón; creció en Johanesburgo, se casó con un dentista, primero, y con un galerista, después, y entró en el pequeño mundo de la vida bohemia de su ciudad. A partir del momento en el que conoció a Mandela, su vida y su carrera encontraron un sentido que hasta entonces no tenían: la confrontación con el poder segregacionista. Gordimer ayudo a escribir discursos al líder del Congreso Nacional Africano; escondió a activistas en su casa; desafió a la censura; se convirtió en un altavoz de las reivindicación de los sudafricanos negros aprovechando su éxito internacional...

Gordimer con Wole Soyinka, Derek Walcott, y Toni Morrison © nytimes
Luis Alemany resalta que "aunque parezca una idea un poco fácil, la figura de Gordimer se puede explicar en relación a la de John Maxwell Coetzee, el otro escritor sudafricano (también ganador del Nobel) de nuestro tiempo que todos tenemos en la cabeza: en relación, pero más bien, por contraste. El paisaje en el que los dos crecieron fue el mismo: la vida de la minoría blanca de habla inglesa en la Sudáfrica del Apartheid: blancos privilegiados pero más liberales y, hasta cierto, punto ajenos a los círculos del poder que controlaban los hablantes de afrikaans. Un mundo violento y amenazado. Coetzee se fue, se fue hacia fuera (a Londres) y se fue hacia dentro: se ensimismó, se convirtió en el personaje atormentado e insondable de 'Verano', por ejemplo. Gordimer, en cambio, se quedó y decidió comportarse como una heroína. Se ligó al Congreso Nacional Africano de Mandela cuando el partido estaba prohibido.

La obra literaria de Nadine Gordimer trasciende a sus ideas. Esto, por otro lado, no es nada infrecuente. Ha ocurrido con otros grandes autores. Las historias son poderosas, y su estilo ágil, de facil lectura. Muy británico.
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