No remover los huesos de Shakespeare
Uno de los primeros libros que leyó mi abuelo tras salir de la cárcel fue La tragedia de Macbeth, de William Shakespeare. Conservo yo su ejemplar, una edición de Afrodisio Aguado de 1944. La obra trata de la ambición y la traición. Es la ambición el rasgo principal del carácter de Macbeth y de Lady Macbeth, y la causa de su ruina. En 1966, la familia con la que vivía en Beckenham, Kent, me llevó a Stratford-upon-Avon, una precisa ciudad medieval, donde nació Shakespeare. Fue un palizón. Lo único que recuerdo (de aquella ocasión) fue el fish & chips con ketchup (salsa poco conocida en esta parte de mundo por aquellos días) y el helado (maravilloso). Piénsese que solo tenía doce años. Veinte años más tarde, asistí a un congreso de periodistas en Elsinor, Dinamarca. Cenamos, muy bien, en el Castillo de Kronborg escenario La Tragedia de Macbeth. En este caso, me ocurría como con El Quijote y En un lugar de la Mancha....". Solo me sabía lo de «Something is rotten in the state of Denmark» («Algo hay podrido en el estado de Dinamarca»). La frase de Marcelo a Horacio: "Que el cielo lo corrija", le responde este último. Por cierto: Shakespeare no habla en ningún momento del olor de Dinamarca. La otra frase (corta) que conocemos todos es la primera línea del soliloquio del Acto tercero: "¡Ser o no ser; he aquí el problema!", inquiere mientras sujeta una calavera.
Ser o no ser; he aquí el problema. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga.
El Club de Libro Noruego ha seleccionado tres tragedias de Shakespeare entre los 100 mejores libros de la historia: Hamlet, Otelo y el Rey Lear. Hamlet transcurre en Dinamarca, y trata de los acontecimientos posteriores al asesinato del rey Hamlet (padre del príncipe Hamlet), a manos de su hermano Claudio. El fantasma del rey pide a su hijo que se vengue de su asesino. La obra discurre vívidamente alrededor de la locura (tanto real como fingida), y de la transformación del profundo dolor en desmesurada ira. Además de explorar temas como la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral. Está considerada como una de las más influyentes de la literatura inglesa. Otelo es una tragedia. El personaje principal, Otelo, se presenta piadosamente, a pesar de su etnia. Esto era poco habitual en la literatura inglesa en tiempos de Shakespeare, la cual presentaba como villanos a los moros y otros pueblos de piel oscura. En esta obra Shakespeare evita cualquier discusión respecto del islam. Otelo se ha destacado por su gran profundización en la retórica y la tragedia. El rey Lear, ya muy viejo, decide dejar la dirección de su reino a sus tres hijas, con el fin de poder vivir tranquilo sus últimos días; para ello las somete a prueba. Sin embargo, pronto se sentirá amenazado por ellas al verse absolutamente abandonado. Sólo algunos fieles al rey intentarán devolver el reino a su antiguo propietario. La obra describe las consecuencias de la irresponsabilidad y los errores de juicio de Lear, dominador de la antigua Bretaña, y de su consejero, el duque de Gloucester. El trágico final llega como resultado de entregar el poder a sus hijas malvadas por partes iguales y no a Cordelia, quien manifiesta un amor capaz de redimir el mal por el bien; sin embargo ella muere al final, brindando la idea de que el mal no se destruye a sí mismo; no obstante acaece el funesto destino de las hermanas de Cordelia y del oportunista hijo bastardo del conde de Gloucester. En esta obra, Shakespeare ahonda en la condición humana y en las relaciones antinaturales que pueden darse en la familia tanto entre padres e hijos, como entre hermanos.
Shakespeare y sus amigos en la Taberna de La Sirena por John Faed
William Shakespeare nació el 23 de abril del año 1564 en Stratford-upon-Avon, Warwickshire (Inglaterra). Era hijo de un comerciante llamado John Shakespeare, quien también trabajaba como concejal en el ayuntamiento, y de una mujer de adinerada y católica familia llamada Mary Arden. Tenía siete hermanos, siendo William el tercer hijo del matrimonio Shakespeare por orden cronológico y el varón de mayor edad. De la primera etapa de su vida poco se conoce. Se afirma que tuvo que abandonar sus estudios para ayudar económicamente a su familia tras el fracaso en los negocios de guantes de su padre, llegando a trabajar en su adolescencia como aprendiz en una carnicería. Anne Hathaway (nacida en 1556), la hija de un granjero de su localidad ocho años mayor que William. Tras mantener relaciones sexuales y quedar Anne embarazada de su hija Susannah (nacida en el año 1883), tuvieron que contraer matrimonio ese mismo año. La pareja tuvo dos hijos más, los mellizos Judith y Hamnet (1885). En el año 1588, William se trasladó a Londres junto a su esposa con la intención de convertirse en actor y escritor. Para ello se unió al grupo teatral The Chamberlain’s Men, posteriormente rebautizado como The King’s Men, con los que actuó en los teatros The Globe Theater y Blackfrias. En esos momentos estaba bajo el mecenazgo del joven y atractivo Henry Wriothesley, Duque de Southampton, del que algunas fuentes afirman que mantenía relaciones amorosas, insinuando una bisexualidad no confirmada. Su vida social fue bastante agitada, estrechando relación con los escritores Christopher Marlowe, Ben Johnson, Robert Greene o Richard Burbage.
No se si es necesario a estas alturas recodar que Shakespeare fue un autor teatral, el dramaturgo más ilustre de la historia. Sus piezas teatrales abarcan la comedia, los dramas históricos y la tragedia. Estas se enmarcan en la tradición del teatro isabelino, pero destacan entre las de otros autores por su calidad y trascendencia. Su grandeza radica tanto en el empleo novedoso del idioma, como en la verosimilitud, crudeza y universalidad de los personajes que creó. Hasta el siglo XVIII sólo fue considerado un genio difícil, aunque algunos de los contemporáneos del poeta admiraron sus obras: el controvertido Ben Johnson, dramaturgo, poeta y actor, lector voraz, dijo que las virtudes “son tales, que ni hombre ni musa pueden alabarlos suficientemente”, y que “él (Shakespeare) no es de un siglo, sino de todos los tiempos”. Esta opinión choca, no sólo con la de otros intelectuales de entonces, que rechazaron a Shakespeare por estimar que su dramaturgia, como el resto del teatro, era un vulgar entretenimiento, sino que, siglos más tarde, figuras como Voltaire se expresaron en tal sentido: “Lo más espantoso es que ese monstruo tiene partidarios en Francia; y para colmo de calamidades y de horror, fui yo quien habló primero de ese Shakespeare, fui yo el primero que mostró a los franceses algunas perlas que había encontrado en su enorme basurero”. Hubo que esperar al siglo XIX para que su impagable contribución a la literatura recibiese el reconocimiento merecido. Merece la pena leer el poderoso ensayo de René Giraud, un francés contemporáneo, Shakespeare. Los fuegos de la envidia, que aclara muchas cuestiones. Au revoir Voltaire.
Nota: Los libros citados y otros como Sueño de una noche de verano (con Hamlet, mi favorita), Tempestad, Las alegres comadres de Windsor, Como gustéis, Julio César, Romeo y Julieta,... son obras de teatro. Esto no debería retraer jamás al lector medio. Son de lectura fácil y se disfruta tanto.
Segunda nota: Como Andrés Trapiello que "actualizó" El Quijote y quedó en algo que rozaba lo patético, A.L. (Alfred Leslie) Rowse "actualizado" antes 37 obras de Shakespeare (The Contemporary Shakespeare). Volví a acordarme de Miss Macias, pero, en esta caso, me quedo con el "repaso" que le da mi admirada Barbara Jacobs: "Shakespeare no se toca".
A midsummer night's dream, de Benjamin Britten
Shakespeare ha inspirado a compositores como Verdi, Mendelssohn, Verdi, Wagner,... y, claro, Britten, el mejor compositor inglés de la historia. Britten era un hombre extraordinariamente culto con pasión por la literatura y la poesía. También era un profundo conocedor de la obra de Shakespeare. Nos ha legado una de las óperas más maravillosas basadas en Shakespeare, la comedia "El sueño de una noche de verano". La ventaja de Britten es que escribe en inglés y por tanto no hace falta traducir a Shakespeare. Utiliza el texto del propio compositor en una obra cargada de magia que nos emociona profundamente.
Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras
y maldito el que remueva mis huesos.
Shakespeare dejó escritas estas líneas para su epitafio antes de morir. La advertencia ha ayudado a mantener su lápida intacta durante casi cuatro siglos. Sin ir más lejos, esta amenaza, ha impedido que la tumba fuera movida de su lugar, incluso reparada pese a estar resquebrajada la piedra que se encuentra junto al propio altar de la Iglesia. A ver quién es el guapo que se atreve.
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