Sender y Billy el Niño
La Diligencia, Pasión de los fuertes, Fort Apache, La legión Invencible, Caravana de valientes, Rio Grande, Misión de audaces, El Sargento Negro, Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance,... Son obras maestras que resumen un género, el Western (lo que de pequeños llamábamos películas de vaqueros o "vaqueradas") y mi rendida admiración por John Ford. Hay otros maestros: Hawks, Peckinpah, Mann, Aldrich, Walsh, pero no son Ford. Por otro lado, si John Wayne (léase Jon, como cajón, Baine) era El Vaquero, Billy el Niño sigue siendo El Forajido, mucho más forajido que Jesse James. Hay algunas películas notables con o sobre El Niño: El Forajido, El Zurdo (con Paul Newman de protagonista) o Pat Garret y Billy the Kid, dirigida por Sam Pekinpah y banda sonora de Bob Dylan. Pero, todo lo anterior es cine y lo nuestro tiene que ver con la lectura, y la mayor parte de mis lecturas de género tienen que ver con Marcial Lafuente Estefanía, Además de este, alguna novela de Zane Grey o Sanclair Drago y de los consabidos comics de Roy Rogers, Hopalong Cassidy o El Llanero Solitario. Y, de repente, llegué a Ramón J. Sender.
Marcial Lafuente Estefanía con sombrero vaquero
"El mejor con el rifle", "¿A qué esperas? ¡Una cuerda!", "Correrá la sangre", "Morirán todos", "Tributo sangriento",... Estos son algunos de los 2.600 títulos de las novelas del Oeste escritas por Marcial Lafuente Estefanía o, para ser exactos, por la marca "Marcial Lafuente Estefanía" constituida por sus dos hijos y uno de sus nietos. El primero de la saga era un amante del teatro del Siglo de Oro que estudió Ingeniería de Caminos, ejerciendo su profesión en Estaña, África y América. En 1938 se alistó en el Ejército republicano, alcanzando el grado de general de Artillería. En la cárcel comenzó a escribir y en 1943 publicó su primera novela, La mascota del Oeste. Luego, firmó un contrato con Bruguera que, durante años publicó una novela semanal que se vendían a duro (5 pesetas). Confieso haber leído tropecientas "novelas" de M.L. Estefanía: Compradas, prestadas o cambiadas. En mi Avilés natal había una mujer, María Antromero, que tenía un local donde, además de vender tabaco "de estraperlo" (y otros productos de contrabando), podían cambiarse novelas de Marcial o de Corín Tellado. Este tipo de establecimientos de intercambio eran bastante comunes. Siempre he pensado -y más en estos tiempos- que autores como Marcial Lafuente Estefanía contribuyeron a democratizar el hábito de lectura (hoy, en vías de extinción).
Ramón J. Sender
Ramón J. Sender era para mi el autor del Réquiem por campesino español, una las novelas más intensas y conmovedoras de cuantas se publicaron sobre la guerra civil española. Luego, leí la Crónica del Alba que es su autobiografía novelada publicada en 1965 o La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, que inspiró las películas de Werner Herzog y de Carlos Saura. Casi simultáneamente, apareció El bandido adolescente que recrea, con el ímpetu narrativo que caracteriza gran parte de la obra de Sender, la vida de William H. Bonney, el mítico pistolero del Oeste que pasó a la historia con el sobrenombre de Billy el Niño. Nacido el 23 de noviembre de 1859 y fallecido cuando no había cumplido los veintidós años, su leyenda atrajo desde muy pronto la atención de escritores, músicos y cineastas. El crítico Antonio Vilanova se refiere a la novela como una "extraña trasposición al ambiente y escenario de una novela de Zane Grey de la idealización romántica del bandido generoso de los romances populares del ochocientos, esta novela, llena de violencia y acción, muestra bien a las claras los valores que el irreductible y fiero iberismo del gran novelista aragonés ha ido a buscar en la majestuosa inmensidad de la tierra en que vive". Hay que recordar que, exiliado en Estados Unidos, había sido profesor en la Universidad de New México (lo fue en diferentes universidades norteamericanas), un estado escenario de las correrías de El Niño, aunque el libro lo terminó en California.
La novela de Sender funde la investigación periodística con lo literario en su personal retrato del Niño. Y el reportaje se transforma en una historia de salvajes en un mundo salvaje donde lo español, o la herencia de España en Nuevo México era notable. Nuevo Méjico aún no formaba parte como estado de la Unión, se trataba de un semillero de blancos anglosajones con espíritu de frontera, ganaderos que actuaban como reyes; mejicanos, descendientes de españoles e indios que se mezclaban en un ambiente caótico de respeto e inquietante violencia. Por cierto, hay algunas cosas que, increíblemente, coinciden en, por lo menos, la forma de trabajar de Sender y la de Lafuente Estefanía. Este último, para escribir sus novelas, se inspiró en el teatro clásico español del Siglo de Oro, sustituyendo los personajes del XVII por los arquetipos representativos del oeste. Sabedor de que sus novelas se leían en los Estados Unidos, país, cuidaba mucho la verosimilitud histórica, geográfica y botánica del Oeste norteamericano, para lo cual recurría a tres libros en particular: una obra muy completa de historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, donde aparecían los pueblos de la época de la conquista del Oeste, y una guía telefónica en la que encontraba los nombres de sus personajes.
Partida en Pat Garrett and Billy the Kid. Kris Kristofferson es Billy a la izquierda and James Coburn como Garrett a la derecha.
He tenido cerca de mi El Bandido de Sender durante casi 50 años. Sin embargo, no lo leí hasta hace relativamente poco tiempo. Mi ejemplar formaba parte de la "Biblioteca Básica Salvat". La colección la había comenzado yo y, como en otros casos, la continuó mi padre. Los libros (y los fascículos de la enciclopedia Monitor) se los reservaba Paco de la Librería Anzo. Por una extraña razón, Salvat repitió la publicación del volumen que sale con los números 51 y 77. Yo me quedé con el 51. Rafael Vázquez Zamora, traductor, critico, agente cultural, resaltaba que "pocas veces se ha escrito una novela que, siendo tan amena y dinámica (el subrayado es mío), está al mismo tiempo tan bien calibrada como El bandido adolescente". Por cierto (y a pesar de los "equilibrios"), Ramón J. Sender tomó partido por Billy. No sintió ninguna pena cuando una tal Jesse Evans voló la cabeza al sheriff Pat Garret (que había matado a Billy). Así concluye la novela: "Aunque yo no tenía nada que ver con los problemas de aquella buna gente, le alegré al saber la noticia. Lealtad por lealtad, siempre está bien la que los amigos se guardan entre si".
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