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Virginia Woolf: cuando escriben las mujeres



Una de mis escritoras favoritas es Virginia Woolf que, además, está considerada como "uno de los mayores exponentes de la literatura del siglo XX". La autora británica se ha convertido, además, en un mito de la literatura y del feminismo. Pero la vida de Virginia Woolf estuvo marcada por la inestabilidad emocional y por varios intentos de suicidio. Al final, la autora acabó con su sufrimiento en 1941, tras arrojarse a las aguas del río Ouse. Su obra figura tanto en la relación de lectores de Le Monde y clientes de la FNAC (Una habitación propia, en el número 69) y en la lista de los 100 mejores libros de la historia, según el Club del Libro Noruego (La señora Dalloway recibe y Al faro). Quizá falta Orlando en esa relación. Pero, bueno,...




Virginia escribió el ensayo Un cuarto propio (1928), para una ponencia sobre mujeres y la novela y que se convirtió en uno de los primeros y más fundamentales textos feministas, así como lo sería años después, en 1949, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. He utilizado una preciosa edición de la colección Austral Singular de Seix Barral (la decimotercera impresión, de marzo de 2020): “Una carta de abogado cayó al buzón y al abrirla supe que tendría quinientas libras al año para el resto de mi vida”, escribió en Un cuarto propio. “De los dos –el voto y el dinero– me ha parecido mucho más importante el dinero. Antes me había ganado la vida obteniendo extrañas tareas en los diarios, escribiendo la crónica de una exposición de burros por aquí, de un casamiento por allá, había ganado unas pocas libras remitiendo sobres, leyendo a señoras ancianas, haciendo flores artificiales, enseñando el abecedario a niños de kindergarten. Tales eran las principales ocupaciones accesibles a la mujer antes de 1918”. Hay algo que cuenta al principio que me trajo a la memoria una boda y a mi querido amigo José Luis Iturrieta. La boda era de un amigo común, Raimundo Apraiz. El banquete tuvo lugar en la Sociedad Bilbaína. A José Luis, le apasionaban los libros. Un pelín más que su aversión a las corbatas. La Bilbaína contaba (cuenta) con una extraordinaria biblioteca. Eso sí, para acceder a ella, debías llevar corbata. Al bueno de José Luis no le quedó otro remedio que pasar por el aro. Le dejaron una corbata, y entró. Pero, las que no podían entrar de ninguna manera eran las mujeres. Algo parecido le ocurrió a Virginia Woolf cuando un verano le prohibieron entrar en una.




En 1925, Virginia lograría un gran éxito con la publicación de su novela La señora Dalloway. La obra nos cuenta un día en la vida londinense de Clarissa, una dama de alta alcurnia casada con un diputado conservador y madre de una adolescente. La historia comienza una soleada mañana de 1923 y termina esa misma noche, cuando empiezan a retirarse los invitados de una fiesta que se celebra en la mansión de los Dalloway. Aunque en el transcurso de la jornada sucede un hecho trágico: el suicidio de un joven que había vuelto de la guerra psíquicamente perturbado. Lo más destacable de la obra radica en el modo de narrar la historia, ya que los hechos se cuentan desde el punto de vista de los personajes de un modo íntimo. Ese año, Virginia conoció a la también escritora Vita Sackville-West, con la que mantuvo una relación amorosa. Vita también estaba casada y aunque la relación entre ellas acabó sin que se separasen de sus respectivos maridos, la amistad entre ambas mujeres se mantendría durante el resto de sus vidas.


Ilustración de Marcelo Parra


El argumento de Al faro de Virginia Woolf podría resumirse en muy pocas líneas. Los Ramsay, cultos e inteligentes, acompañados de algunos amigos, pasan el verano en una casa junto al mar. Los hechos narrados en la primera parte de la novela transcurren entre las horas del almuerzo y el final de la cena. Después se produce un salto temporal atravesado por la muerte y la historia. Algunos personajes regresan al mismo escenario; uno de ellos, Lily Briscoe, pintará de nuevo un cuadro en el que “seguirá ahondando su camino (…) en dirección al pasado”. Un leve conflicto familiar, relacionado con una excursión al faro, en una isla cercana, tejerá, con los sutiles hilos de las emociones cotidianas, la tela de araña del tiempo y el espacio donde se desenvuelven los personajes, vivos o muertos, como detenidos en una pintura. El conflicto dejará al descubierto dos formas distintas de sentir. Por una parte, la del señor Ramsay, un afamado filósofo y, por otra, la de la hermosa señora Ramsay, cuya sensible inteligencia la lleva a anteponer la vida y la armonía a todo lo demás, incluso olvidándose de ella misma. El señor Ramsay se indigna con su esposa quien, para no defraudar las ilusiones del más pequeño de sus ocho hijos, asegura que es posible ir al faro".


Lo que más atrae de Virginia es su forma de escribir. Como cuenta las cosas. Lo bien que se le entiende y el lirismo que encierra lo que dice: "Y el pájaro viudo se espantó y alzó el vuelo, describiendo círculos cada vez más amplios hasta que pasó a ser (lo que ella calificaba de alma) un punto remoto, como si fuera un cuervo obligado al vuelo por el disparo de una piedra".

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